Forbantes. La Novela Completa

1 de Septiembre de 1723

Se despertó poco antes de las 4. Sobre la cama estaba la ropa que Guillo le había prometido: unas mallas negras y una camisa blanca que le dejaba la barriga al descubierto (era como llevar su antigua camisa atada), pero además había un cinturón negro que se puso orgullosa (sin saber si le quedaba un poco flojo o no sabía colocarlo) y una pañoleta del mismo color con la que pudo sujetarse el pelo. Cuando abrió la cortina y salió, Guillermo entraba en el camarote agotado, con varios papeles en la mano.

Se dirigió a la mesa, pero Andrea, al ver que los ojos se le cerraban por el cansancio le cogió los papeles y lo empujó hacia la cama.

– Duerme, has hecho dos turnos seguidos, ya es suficiente.

– Tengo que cubrir el diario de a bordo y…

– Yo lo haré. Te he visto hacerlo y creo que podré imitarlo, mañana le añadirás lo que falte.

– Está bien. – consintió él dejándose convencer, la repasó de arriba a abajo y sonrió – ¡Principiante! – le agarró el cinturón y, subiéndolo de un lado lo dejó caer sobre la cadera del otro. Se apartó para irse a la cama y la volvió a observar dirigiéndole una mirada de admiración.

Se quitó la ropa y se acostó, aquel uniforme le quedaba endiabladamente bien… ¡Maldita sea! Necesitaba una mujer y todavía quedaban tres largos días para llegar a Fort Dauphi.

 

Andrea cubrió el diario de a bordo, no sin esfuerzo, era más complicado de lo que parecía pues eran muchos datos los que había que cubrir. Pero le gustó hacerlo, ahora entendía mejor el funcionamiento del barco y, admirada, comprobó la cantidad de tareas que tenían que hacer el contramaestre y el capitán para mantener el barco, y las arduas tareas que la tripulación tenía que llevar a cabo.

Cuando acabó se levantó y se dirigió a la ventana, le encantaba aquella vista. Al poco rato se oyó la voz de Tommy:

– Capitán.

– Está dormido Tommy. – le contestó ella a través del vaso intercomunicador, como había visto hacer al capitán – ¿Ocurre algo?

– No, sólo queríamos preguntar por ti, voy a buscarte.

Andrea acompañó al pequeño a la cocina y les ayudó con la comida.

– ¡Vaya pequeña! El capitán te ha dado por fin un bonito uniforme. – le dijo Maca.

– ¡Ahora ya eres una auténtica pirata! – animó Goliat.

– Tenemos hoy como cocinera a una bella y despiadada mujer pirata. – todos rieron la broma de Maca.

– ¿Alguien me cuenta el chiste? – preguntó una voz inconfundible, era el capitán que entraba, ya vestido como el auténtico pirata que era.

– Maca dice que Andrea es una bella y despiadada mujer pirata que nos hace de comer. – informó Tommy provocando la sonrisa del hombre.

– ¿A qué debemos el honor de tu visita Guillo? – preguntó Maca.

– Pues estaba buscando a la “bella despiadada” y, como todos sabemos, las mujeres siempre andan cerca de la cocina; vengo a secuestrarla para entregarla al “Trapos” – explicó siguiendo la chanza – Necesita ayuda con la vela mayor porque la boneta se ha descosido. Tommy, ayúdame a escoltarla para que no escape, a ver qué sacamos de su venta.

– Si, mi capitán. – obedeció el pequeño entusiasmado al sentirse un auténtico e importante pirata.

Andrea salió con ellos meneando la cabeza y Guillermo, que la vio y se imaginó lo que pensaba, advirtió al pequeño:

– Cuidado “Taco”, la mujer pirata es peligrosa y empieza a cabrearse, nadie sabe cómo puede reaccionar. – ante este comentario, Andrea no pudo evitar sonreír – No me fío de ese “Trapos”, es un pirata peligroso, así que te dejo a su cuidado, oblígala a contarte una historia de cuando sus andaduras piratas, antes de que la apresásemos.

– Si, mi capitán. – le contestó el chiquillo agradecido por depositar su confianza en él.

– Bien. – le dijo éste revolviendo su pelo.

– Guillo, – protestó Andrea sorprendida por el gesto cariñoso del hombre con el niño – ¡yo no tengo andaduras piratas!

– Pues te las inventas. – le contestó él risueño – ¿Acaso crees que todo lo que se cuenta de los piratas es cierto? ¿Piensas que todo lo que cuentan de mí es verdad? ¡Ilusa!

 

Los tres entraron en el pañol de velas, alejadas del agua para que la tela no pudriese. Las velas blancas estaban dobladas y guardadas, mientras que las negras, propias de “El Temido” estaban siendo transportadas por la tripulación para colocarlas en su lugar.

La vela más grande estaba semiestirada en el suelo y Basilio la observaba mientras cogía aguja e hilo.

– Te traigo refuerzos Basilio.

– Bellos refuerzos. – le dijo el hombre guiñándole el ojo a Andrea – ¡Bienvenida a mi reino, pequeña! El trabajo que nos ha tocado no es fácil. La boneta – le explicó mientras ella se sentaba y Tommy hacía lo propio a su lado – es un gran trozo de tela que se une a la vela mayor para aumentar la velocidad del barco, por lo tanto, además de estar bien diseñado, tiene que estar fuertemente cosido. Imagina que en plena batalla el barco deba huir de otro rival mayor y que alcanza más velocidad y la boneta, el as que el pirata se saca de la manga, se suelta.

– Desastre. – indicó Andrea.

– Si, pero como también tiene que ser fácil de quitar en condiciones de mal tiempo, las puntadas deben ser perfectas y fácilmente localizables ¿entiendes?

– ¿Y eso cómo se hace? – preguntó incrédulo el niño, aquello le sonaba imposible, tenía que estar bien sujeta, pero ser fácil de quitar…

– Andrea lo sabrá perfectamente si, como señorita poco cómoda que es, ha arreglado su corsé alguna vez. – ella afirmó y comenzó a trabajar en un lado de la tela mientras Basilio remendaba otra vela. Los ojos del capitán y de Tommy contemplaban la habilidad de los dedos de Andrea extasiados.

– ¿Qué es un corsé, Andrea? – preguntó el niño al poco rato.

– Es una prenda de ropa, pequeño. – le contestó levantando la cabeza para mirarlo con ternura – Lo utilizan las mujeres, es difícil explicar cómo es, si quieres después te enseño el mío, está guardado en el camarote del capitán.

– Guillo – la interrumpió Basilio burlón – puedes dejar a tu esposa aquí, no nos la vamos a comer, no queremos ser abofeteados como el militar, ¿verdad “Taco”? – el niño se rió pensando en la cara del oficial, mientras Basilio continuaba divertido – Seguro que tienes más cosas que hacer que vernos coser, a no ser que estés esperando para que Andrea te diga que a ti también te enseñará el corsé. – y aunque lo decía con voz inocente estaba a punto de partirse de risa.

– No, esperaba para ver tu cara ansiosa por que te lo dijese a ti, y ya puedo irme satisfecho. – le devolvió la broma, y se fue riendo, sin dejar de advertir el rubor que cubría las mejillas femeninas.

 

Poco después, Basilio, Andrea y Tommy mantenían una animada conversación.

– ¿Cómo se colocan las velas Basilio? – le preguntó la mujer.

– Los hombres las suben hasta las vergas…

– Esos son los palos a los que se sujetan las velas. – informó Tommy.

– ¡Correcto! Suben trepando por las escalas de cáñamo; las cuerdas verticales se llaman obenques y las cuerdas horizontales flechastes; una vez arriba, los hombres las unen a la verga con jarcias anudadas.

– Las jarcias son cuerdas normales, – aclaró Tommy – y los nudos dependen de lo fuertes que tengan que ser. Yo ya sé hacer muchos.

– ¿En serio? – le preguntó Andrea asombrada.

– Sí, el capitán me enseña por las noches cuando no está cansado.

– Además de eso las unen a cabos de labor – terminó de explicar Basilio – para plegarlas y desplegarlas cuando es necesario.

Después de comer, Andrea y Basilio observaron el barco con las velas negras hinchadas por el aire en todo su esplendor, mientras el navío cogía velocidad. Caminaron por la cubierta dirigiéndose al puente de popa, donde estaba el capitán manejando el timón. Mientras lo hacían, Andrea observó los cañones que se disponían a ambos lados del barco y a los hombres que subían por las escalas bajo la atenta mirada de Gorka que vigilaba la maniobra.

Al llegar a allí Basilio entabló conversación con el capitán para informarle y Andrea, maravillada, apoyó sus brazos en el casco del barco y miró al mar. Estaba tan a gusto allí, con el aire azotando su cara, con aquella sensación de libertad, que perdió la noción del tiempo y no se dio cuenta de Basilio se había ido y de que el capitán la estaba observando.

– Basilio. – llamó volviendo a la realidad, pero al darse la vuelta sólo vio a Guillermo.

– Se ha ido hace un rato. – explicó éste – Tommy le llamaba.

– ¡Oh, no me di cuenta! ¡Quizá necesite mi ayuda en algo más! Es que estaba muy a gusto aquí.

 –  Se notaba. No te preocupes, puedes continuar ahí hasta que acabe mi turno. Sólo me queda una hora.

Y allí se quedó observando atentamente los movimientos que el hombre realizaba para manejar el barco.

– ¿Quieres probar? – le preguntó Guillo después de un rato.

– ¡No! Yo no sé hacer eso. – le dijo intimidada por la responsabilidad que implicaba guiar el navío.

– Ven.

– No Guillo, ya te he dicho…

– ¡Ven aquí y no seas cobarde! Yo te ayudaré.

Ella se acercó y se colocó en su lugar agarrando el timón como él le ordenaba y siguió sus instrucciones.

– Ahí delante tienes una rosa de los vientos imantada, para seguir el rumbo lo único que tienes que hacer es mantener la flecha dorada sobre el sureste que es a donde nos dirigimos. – le explicó, pero el mar hacía fuerza y el barco luchaba por salirse del rumbo marcado.

– Pesa demasiado para mí Guillo. – reconoció ella – Deberías seguir tú.

En lugar de eso, se colocó tras ella, cubrió las pequeñas y frágiles manos femeninas con las suyas y le dijo:

– Relájate, tienes que pensar que “El Temido” es como una parte más de tu cuerpo, no tienes que luchar contra él, sino ordenarle que te obedezca.

– Es una sensación increíble. – confesó complacida después de un rato.

– Lo sé. Cuando el tiempo es bueno es el mejor trabajo que te puede tocar.

– ¿Y cuándo es malo?

– Es como estar en el mismo infierno luchando contra todos los demonios.

– ¡Vaya! – exclamó sin aliento tensando todos sus músculos.

El capitán se rió de buena gana ante su reacción, y en ese momento sonó la campana que indicaba el cambio de turno.

– Es suficiente por hoy, pequeña. Vámonos. – le ordenó mientras Goliat ocupaba su lugar – Es todo tuyo, muchacho.

El capitán la acompañó hasta la cocina, donde se quedó haciendo la cena junto a Maca y a Tommy, y luego se dirigió a su camarote para cubrir el diario de a bordo.

 

Poco después de la cena el capitán llamó a Tommy que fue a su camarote mientras Andrea se quedaba fregando platos.

– Bien mocoso, vamos a continuar con tus clases. ¿Recuerdas los nudos que te enseñé a hacer la semana pasada?

– Sí, capitán, los practiqué todas las tardes.

– Bien hecho Tommy. – felicitó Guillo contento – Ahora es momento de demostrarlo. – y le dio una soga – Haz un as de guía.

El chiquillo iba a comenzar, pero se paró y miró al capitán.

– ¿Puede venir Andrea?

– Andrea está trabajando, no le pasará nada. ¿Por qué quieres que venga?

– Es que ella…me dijo que le gustaría que algún día le mostrase los nudos que sé hacer.

– Se lo podrás enseñar cuando salgas Tommy, ahora estamos estudiando, no exhibiéndonos. – reprendió el hombre pensando que Andrea empezaba a ser una influencia negativa para el ego del niño.

– No lo hago para exhibirme, capitán. Es que Andrea se pone muy contenta cuando ve que aprendo las cosas que tú me enseñas.

– ¿Y ella cómo lo sabe? – inquirió Guillo intrigado, Andrea apenas tenía conocimientos de navegación.

– Es que por las tardes, mientras hace la cena, o por la noche antes de contarme la historia, me toma la lección. Si la sé toda me cuenta un cuento antes de acostarme. – explicó Tommy mientras Guillo escuchaba satisfecho – Cuando no la sé ella se pone triste, pero cuando es difícil y me la sé se pone muy contenta.

– ¿Ah sí? – preguntó viendo lo ilusionado que estaba el niño.

– Sí, como ayer; ella se alegró mucho, me dijo que estaba orgullosa de mí y me dio un abrazo muy fuerte cuando supe el nombre de todas las velas.

– ¿Supiste el nombre de todas las velas? ¡Pero si te dije su nombre hace tres días! ¡Es imposible que lo recordases! – exclamó sorprendido.

– Andrea me ayudó. Le preguntó los nombres al “Trapos” y los grabó en una hoja de maíz con un cuchillo. Mientras desgranaba el maíz dejaba la puerta de la cocina abierta y me mandaba señalar las velas y decir sus nombres.

– No sabía que Andrea te estaba ayudando. ¿Por qué no me lo dijiste antes?

– Porque tenía miedo de que le riñeras por ayudarme, ella se pone muy triste cuando os peleáis y yo no quiero que esté triste. – se excusó haciendo sentir culpable a Guillermo.

– No voy a reñirle por ayudar a nadie, mocoso. Ya sé que ella intenta hacer lo más adecuado para ayudar, pero, a veces, sus acciones pueden causar muchos problemas y entonces, como capitán, tengo que reñirle para que se dé cuenta, igual que te riño a ti o a cualquier marino cuando hacéis algo mal, o como me riñe a mí Gorka cuando cree que lo que no hago es correcto. ¿Entiendes?

– Sí, eso es lo que ella dice. Por eso quiere que yo aprenda mucho, quiere que sea tan listo como tú, pero es muy difícil. – Guillo se sorprendió al escuchar la confesión del pequeño, no se imaginaba a Andrea diciendo algo así – Para demostrarle que me esfuerzo quiero que vea que sé hacer los nudos.

– Está bien, entonces te haré un trato. – le dijo Guillo dándole un papel con el dibujo de un barco en el que destacaban las velas – Si me demuestras que sabes el nombre de todas las velas la llamaré.

El niño, entusiasmado, puso los nombres en el papel en un santiamén y Guillo fue a buscar a Andrea a la cocina.

 

Al llegar a la puerta, que guardaba Goliat, le hizo una seña con la cabeza y el robusto negro, agradecido, se fue a descansar. Sin hacer ruido entró en la cocina y la observó, estaba secando una olla, la depositó en su lugar y, antes de que se diese la vuelta, Guillo se acercó cogiéndola de la cintura.

Ella se giró mirándole con rabia y, ante la sorpresa del capitán, le puso un cuchillo que acababa de coger en el cuello. Pero al reconocerlo bajó el cuchillo y su mirada se endulzó.

– Guillo, no sabía que eras tú; por favor, no vuelvas a hacer eso.

– Claro que soy yo, ¿quién iba a ser sino? – entonces recordó a Goretti; ella, sin contestar se giró para reanudar el trabajo y Guillermo volvió a cogerla por la cintura.

– ¡Guillo! ¿Qué haces? – protestó ella.

– Pienso en la forma en que has ayudado a mi pupilo. – y notó como sus músculos se tensaban.

– ¿Estás…enfadado? – preguntó temerosa.

– No. ¿Por qué tendría que estarlo? Gracias a ti aprende más rápido.

– Por haberme entrometido en la educación de Tommy sin tu permiso.

– Siempre te entrometes en todo sin mi permiso. He empezado a acostumbrarme. – le dijo al oído – Ven, Tommy quiere que veas sus progresos.

Ella dejó el último plato en su lugar y siguió a Guillo a su camarote sin darse cuenta de que los ojos que la espiaban habían visto lo que sucedía en la cocina.

Luego de muchos ases de guía, nudos de pasador, vueltas de pescador, vueltas de escota y escotas de cebadera, el capitán enseñó a Tommy a realizar ayustes para poder unir dos cabos de forma perfecta.

En ese instante entró Gorka y, mientras le explicaba al capitán las maniobras del día, Tommy se sentaba al lado de Andrea y, sin poder evitarlo, se recostaba contra ella comenzando a dormirse.

– Parece que alguien está cansado. – expresó Guillo en voz baja al darse cuenta.

– Sí. – contestó Andrea – Arriba Tommy, es hora de irse a la cama. – y somnoliento, el niño, salió del camarote cogido de la mano de Andrea.

– ¡Parecen madre e hijo! – exclamó Gorka sorprendido.

– Tommy necesitaba que una mujer se hiciese cargo de él, aunque nunca lo reconocería.

– Pues no podía haber escogido mejor.

– ¿Así que a ti te ha embrujado también? – concluyó Guillo la conversación riéndose de él.

Ya iba a salir Gorka cuando Guillo lo frenó al escuchar unas voces.

 

– Así que a la concubina le gustan los bastardos. – decía una voz masculina que el capitán reconoció inmediatamente.

– ¿Qué quieres decir? – preguntó Tommy enfadado – ¡Deja en paz a Andrea!

– Quiero decir que tú sólo eres un despreciable bastardo, niño estúpido, tu madre y tu padre te odiaban, por eso te dejaron abandonado en este barco. Nadie te quería cuando naciste y nadie te querrá nunca. – rió cruelmente.

Tommy se quedó pensativo y, acto seguido, se sentó en el suelo y empezó a llorar escondiendo la cara entre las manos. Andrea al ver sufrir al pequeño no se lo pensó dos veces y se enfrentó al hombre.

– ¡Déjale en paz rata inmunda! ¿Qué es lo que pretendes?

– Ya lo sabes, te lo dije claramente la última vez. – dijo abalanzándose sobre ella, tirándola en el suelo.

En ese momento se abrió la puerta del camarote y salió el capitán con el gato de nueve colas en la mano. Consistía éste en un mango de retama de unos 2 pies (60 centímetros) cubierto con una bayeta roja que sujetaba nueve sogas finas con varios nudos a lo largo de ellas. El látigo estalló en el aire y cayó sin compasión sobre la espalda del hombre que se retorció de dolor. Gorka agarró a Goretti apartándolo de Andrea mientras Tommy corría al camarote y ella se levantaba, ayudada por Guillermo, para refugiarse en sus brazos.

– Contramaestre – ordenó Guillo – coloque los cepos al marinero hasta que se tranquilice.

– No puede hacer eso, capitán, la tripulación no permitirá que me castigue por intentar forzar a una furcia.

– La tripulación no consentirá que un ataque a un compañero quede sin castigo y si continúa incumpliendo o cuestionando mis órdenes lo azotaré yo mismo por insolente. Gorka, déjelo allí hasta nuevo aviso.

Gorka se dispuso a cumplir las órdenes mientras Andrea corría al camarote seguida por Guillermo. La mujer se sentó en el suelo al lado del niño, que lloraba a lágrima viva tapándose la cara con su chaqueta.

– ¿Por qué lloras pequeño? – le preguntó acariciando su pelo bajo la atenta mirada de Guillermo.

– ¿Es verdad, capitán? – preguntó Tommy con los ojos arrasados en lágrimas – ¿Mis padres no eran piratas? ¿Me abandonaron en el barco?

– Sí, Tommy. Tus padres te abandonaron, y yo me hice cargo de ti. – le explicó, no podía negarle los hechos – Pero eso ya lo sabías.

– Yo creí que ellos se habían muerto, no que no me querían.

– Eso no es verdad, pequeño.  – intentó consolar Andrea – Seguro que te dejaron aquí porque no podían cuidar de ti.

– ¡Cállate tonta! ¡Tú no lo sabes!

– ¡Tommy! – reprendió Guillo – Andrea tiene razón. Tu madre era una prostituta y tu padre, como estaba casado, no podía admitir que eras su hijo. Ella no podía mantenerte, y decidió que lo mejor para ti era mandarte con los hombres y yo accedí a hacerme cargo de ti.

– Entonces soy un bastardo, Goretti tiene razón. Soy un despreciable bastardo. – se lamentó el niño desconsolado.

– Tommy, bastardo y despreciable no tiene porqué ir juntos. – le dijo Andrea abrazándolo con cariño, él levantó la vista y la miró – Yo no creo que seas despreciable.

– Pero tú eres buena. – protestó el niño – Cuando mis amigos se enteren no me volverán a hablar. Seguro que Goretti se lo dijo.

– Tus amigos ya lo sabían. – explicó Guillermo – y no te despreciarán por ello. Sé cómo te sientes, pero…

– No lo sabes, nadie lo sabe. ¡Eres un mentiroso! ¡Mentiroso! ¡Mentiroso! – gritó Tommy enfadado tirándole la chaqueta.

– Sí que lo sé. – le dijo calmado, cogiendo la chaqueta. No iba a perder los nervios, sabía que Tommy le estaba provocando, pero él ya había pasado por eso y no iba a dejarse llevar.

– Tommy, Guillo tampoco conoce a sus padres, ellos lo dejaron en el barco cuando nació. – explicó Andrea con tacto – Y ya ves que él tiene muchos amigos. Nadie inteligente va a despreciarte por eso.

– Entonces… ¿tú también eres un bastardo como yo?

– Sí, soy un bastardo, pero no como tú. – contestó Guillo mirando a Andrea – Yo no tenía a una chica guapa que me quisiese aunque le llamase tonta.

– Perdóname Andrea, tú no eres tonta. – se disculpó Tommy avergonzado.

– No importa Tommy, sabes que yo te perdono, pero hay alguien más que merece una disculpa.

El niño se levantó y se acercó temeroso al capitán que se había sentado en una de las sillas.

– ¿Me…me perdona capitán?

– Ummm – Guillermo se lo pensó – Lo haré grumete, pero sólo si me prometes que no se volverá a repetir.

– Lo prometo, capitán.

– ¡A la cama! –le ordenó y el chiquillo salió corriendo.

Andrea se levantó observando a Guillo que, con la mirada perdida en los papeles que había sobre la mesa, evocaba viejos recuerdos. Ella sabía que estaba recordando sus orígenes. Se acercó a él y le dio un beso en la mejilla.

– Gracias Guillo.

– ¿Por qué? – preguntó tan extrañado por su acción que no pudo reaccionar.

– Por no perder los nervios con Tommy. Gracias. – y salió del camarote.

Guillo cerró los ojos, pero la imagen de Andrea no se apartaba de su mente. Si no llegaban pronto a Fort Dauphin aquella mujer lo volvería loco.

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2 respuestas a “Forbantes. La Novela Completa

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  1. Preciosa novela romántica de quinceañera fantasiosa… (palabras de la autora)
    He disfrutado y me he asombrado con todos los detalles (no solo los técnicos).

    Conozco a la autora y quiero felicitarla, soy amante del género ¨policiaco¨ y hacía muchos años que no leía aventura, he vuelto a los tiempos de Verne, Conrad, Kipling, …
    Romántica, amena, final a la altura de las circunstancias y una puerta abierta ¿será cierto que esta basada en el diario de su abuela Andrea?

    Gracias Condesa ha sido un placer leer su novela.

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    1. Paquita, primero que todo decir que conocerte ha sido y es un auténtico placer.
      Segundo, que tus palabras siempre son música para mis oídos, pero en este caso me has sacado los colores jeje.

      Me alegro muchísimo de haber podido recordarte aquellos tiempos de aventuras y autores increíbles y mágicos, de que la novela haya sido de tu gusto y de que no pertenezcas a la legión de seguidores que quieren asesinarme por escribir ese final jajaja.

      Por todo, gracias, gracias, gracias. Es un placer escribir para personas bellas como tú.

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