Forbantes. La Novela Completa

16 de Septiembre de 1723

Guillermo se levantó temprano para despedirse y marchar lo antes posible. En el salón estaban ya Lupe, Eduard y Cosme, además de Tommy preparado para irse.

– ¿Y Andrea? – preguntó tras despedirse de todos.

– Ha salido a dar un paseo. Dice que no le gustan las despedidas. – aclaró Lupe.

– Entiendo, ¿preparado Tommy?

– Sí, mi capitán. – contestó el pequeño.

– Pues vamos a allá. ¡Hasta la próxima amigos! Esperemos que sea en este mundo.

– Hasta la próxima Guillo, mucha suerte. – desearon.

Poco después, “El Temido”, con sus velas negras hinchadas, espléndidas, zarpaba rumbo a las Comores. Guillermo, en la cubierta, esperó hasta el último momento pensando que, quizá, Andrea saldría a decirles adiós, pero no había rastro de ella. Al fin y al cabo se habían despedido en la playa y a ella no le gustaban las despedidas. Lo que le parecía extraño era que ningún marino preguntase por ella, ni siquiera Tommy.

Se dirigió a su camarote, entró y cerró la puerta, y se quedó mirando al frente, asombrado.

– ¡Andrea! ¿Qué…? – y entonces se dio cuenta – ¿Todos lo sabían?

– Perdona que te la haya jugado así, pero sabía que si te decía que decidí acompañaros, me harías cambiar de opinión, y con el miedo que tengo no te sería difícil.

– ¡Mi valiente pequeña! – exclamó abriendo los brazos hacia la mujer, que no lo dudó y se refugió en ellos – ¿Estás segura? Aún podemos enviarte a la isla.

– No, no sería justo que me quedase en la isla como si esta lucha me fuese ajena. Vuestro futuro está en juego, pero el mío también. Espero no molestaros ni dificultar más las cosas.

– Bienvenida a bordo. No te preocupes por eso, una bella y peligrosa sirena siempre es necesaria en una misión de este tipo.

– En ese caso tú tienes dos. – sonrió Andrea mirándole.

– Cierto, es que la que tengo escondida en el camarote es mi arma secreta. Pero no se lo digas a nadie, será nuestro secreto.

– De acuerdo. – prometió riéndose y se fue a la cocina.

Guillermo la observó mientras se alejaba. Por una parte no quería que Andrea estuviese allí, pero, en realidad, sabía que no esperaba menos de ella. Estaba orgulloso de aquella temeraria y decidida mujercita.

Y se dio cuenta de porqué Elías había escogido a aquel pupilo tan especial, por su valentía y su arrojo. Por su madera de pirata, aunque, en realidad, más que pirata, era defensora de la libertad. Por esa razón tenía que luchar, para darle la libertad con la que Elías la había hecho soñar. Y él quería darle esa libertad que ella ansiaba. ¿Por qué? No lo sabía, quizá porque lograba comprenderle y quería mostrarle lo que, para él, significaba vivir en libertad, tener honor, todo…

Pero tenía que dejar de pensar en esas cosas y ponerse manos a la obra si pretendía vengar a su capitán una vez más, salvar a sus hombres y liberar a Andrea.

Poco antes de comer y tras muchas maniobras entre los islotes, llegaron a la última isla de las Seychelles. Descargaron el barco y comieron en tierra. Tenían que dejar en tierra todo lo que no fuese imprescindible para reducir el lastre y poder alcanzar mayor velocidad.

Guillo y Gorka subieron al barco y se dirigieron al borde de la cubierta, colocándose a la vista de todos.

– ¡El capitán os convoca! – bramó Gorka.

Los hombres se apilaron en la orilla.

– Como ya sabéis, – informó el capitán – tengo un asunto pendiente con un viejo conocido y pienso aclararlo en este viaje. Todos sois valientes, no me cabe duda de ello después de todo lo que hemos pasado para llegar hasta aquí. Pero lo que pretendo llevar a cabo no es una incursión de las habituales, por eso voy a hablar claro: mi amiguito va en un barco el doble de veloz que “El Temido” y protegido por una corbeta. Voy a plantarle cara y entrarle de golpe. ¿Alguna pregunta antes de que continúe?

– Sí, capitán, ¿quién es su viejo amigo? – preguntó un marino.

– ¿Mío? No señores, nuestro amigo: Rufino, el que ha puesto precio a todas y cada una de nuestras cabezas. – y los hombres abrieron los ojos de golpe.

– ¡Va armado hasta los dientes y en un barco inmenso! – rió Evaristo – ¡Bienvenidos a la época piratas, señores! Esto es lo que yo llamo un combate justo, de los que le gustan a Guillo.

– ¡Evaristo, no te emociones! – frenó el capitán riendo – Tengo mi propio plan para que la lucha se iguale un poco, pero no puedo prometeros la victoria. Por eso, ahora que conocéis los datos más elementales, podéis juzgar por vosotros mismos, os doy la oportunidad de seguirme o de quedaros en la isla y volver junto a Eduard. – y repuso muy serio – Este es el último aviso: el que no baje del barco ahora, no podrá hacerlo después y ya sabéis que no prometo nada, podemos perder, podemos ganar, pero en cualquier caso habrá muertos y heridos, eso no lo dudo, es inevitable. Esperaré medio reloj de arena, ni un rato más.

En un primer momento nadie se movió, Gorka y Guillo sabían que era cuestión de tiempo, en esos casos lo peor era esperar a que un tripulante diera el primer paso, detrás irían los demás. Pero no tuvieron que esperar mucho, Guillo lo sabía. Había visto a Andrea mirar hacia los lados, imaginaba lo que estaba pensando: era una mujer, la más novata e inexperta del barco, la menos fuerte y corpulenta, no podía, sería como llamarles cobardes a todos si ella daba el primer paso. Esperó nerviosa, pero al ver que nadie se movía, Guillo notó que se decidía. Estaba indignada, lo sabía, la conocía bien, quizá por esa razón decidió dar a los hombres de Guillo una lección que no olvidarían fácilmente.

– Capitán. – llamó situándose frente al barco mientras todos los ojos se volvían hacia ella – Yo ya he decidido.

– ¿Y bien? – preguntó Guillo, y, aunque creía que iba a escuchar que se unía a él, su respuesta lo dejó estupefacto.

– Si me considera útil y merecedora de ello sería para mí un honor luchar a su lado. – con su respuesta, Andrea, sabía que no sólo había demostrado su valentía, sino que se había ganado el respeto de los hombres al retarles, porque había demostrado que, en un barco, quien tiene la última palabra es el capitán y podría rechazar a alguno.

Guillo no dijo nada, pero, con un gesto, señaló un lugar a su lado. Andrea subió la escala y se situó a su costado. Él no la miraba, pero al pasar por su lado le rozó una mano como al descuido, aunque, tanto él como Andrea, sabían que no lo había hecho por casualidad.

Los primeros en subir tras ella fueron Goliat y Tommy, en poco tiempo todos los marinos estaban dentro del barco.

Moviendo a pulso el cabrestante, los hombres izaron el ancla y “El Temido” zarpó dejando atrás una isla desierta.

 

– Capitán, – preguntó “El Trapos”, pues al fin y al cabo, él era el encargado de dar las órdenes para cambiar la velocidad del barco – ¿cuál es el plan?

Los marineros cesaron su labor para recibir órdenes y estar al tanto de la táctica que iban a seguir.

– El barco de Rufino se llama “Orgullo de la Patria” y, como todos sabéis, tiene el doble de cañones que éste, en realidad habría que decir que tiene el doble de troneras, porque los cañones lo están esperando en las Comores, preparados para ser cargados y darnos caza. Nuestro amigo se cree muy inteligente porque, para parecer invencible ha decidido colocar todos los cañones en un flanco, y para no descubrir el engaño, ha colocado la corbeta protegiendo el otro flanco.

– ¡Entonces no es tan invencible como parece! – exclamó Evaristo animando a los hombres.

– No, mientras no llegue a la isla, pero no pienso esperar a que lo haga. Aunque tampoco tengo pensado exponer mi barco y a mis hombres por las buenas, así que vamos a tener paciencia. Esperaremos a últimas horas de la noche. Rufino hará una parada pensando que está a salvo: a unos nudos de su destino mientras nosotros continuamos en Saint Marie. Atacaremos la corbeta en las últimas horas de oscuridad y nos pegaremos al flanco desprotegido. De esta manera abordaremos el barco a primeras horas del amanecer, con luz suficiente. ¿Alguna duda?

– No capitán. – repuso el hombre sonriendo ante la astucia de su capitán.

– Sólo un par de cosas más. – añadió el capitán – En el punto en donde espero atacar el barco tendremos aire a sotavento. Todos sabemos que ir contra el viento es inútil, lo que no todos conocen es nuestra técnica del zigzag. Espero que no la hayáis olvidado. Y otra cosa más, sé que todos tenéis “viejos amigos” en el barco – repuso malicioso, aunque sabía que les quitaba un peso de encima a sus hombres porque nadie quería tener que enfrentarse a aquel perro traicionero – así que recordad viejos tiempos, pero tened presente que Rufino es mío.

 

Después del discurso, Guillermo se fue al camarote y Andrea lo siguió.

– ¡Mira a quién tenemos aquí! – le dijo con mofa – A doña sabelotodo que, como en los viejos tiempos, vuelve a dar lecciones a mis hombres…

– ¿Sabes qué, Guillo? – ya no le tenía miedo, sabía que no le haría daño, así que decidió provocarlo – No es como en los viejos tiempos. – el hombre la miró sorprendido mientras ella se acercaba y, como al descuido le rozaba la mano pasando ante él.

El capitán, al comprender que se estaba burlando de él imitando su gesto, la agarró y la cercó contra la pared.

– Tienes razón, – le dijo con una mirada peligrosa – esta vez no será como en los viejos tiempos. Porque para que te bese en la boca tendrás que suplicármelo.

Y comenzó a besarle los lóbulos de las orejas, los párpados, las mejillas, el cuello, el escote y, cuando empezaba a llegar al pecho y Andrea estaba al borde de la rendición, Gorka le llamó:

– ¡Capitán!

– ¡Maldición! – refunfuñó Guillo apartándose un poco de Andrea, que se dirigió a la puerta para abrírsela – Y como en los viejos tiempos, te sigues salvando en el mejor momento.

– Y así será por los siglos de los siglos. – le respondió ella con sorna riéndose ante su enfado.

– Ya veremos, si salimos de esta tendré todo el tiempo del mundo para seguir intentándolo. – y aprovechó el momento en que ella se giraba para abrirle la puerta, para darle una suave cachetada en el trasero.

Y, hábilmente, cuando Andrea se giró para encararse con él, el hombre aprovechaba para salir por el lado contrario. La mujer cerró la puerta de golpe, enfadada, él sabía que fuera del camarote no se vengaría ni diría nada ante los demás hombres.

– ¡Maldito pirata! – le gritó desde dentro, pero Guillermo le contestó con una sonora carcajada.

– ¿Qué ocurre capitán? – preguntó Gorka refiriéndose a los gritos de Andrea – ¿Volvemos a la rutina?

– Sí, Andrea y yo tenemos un pequeño desacuerdo con respecto a la popa. No te preocupes, si no acaba conmigo, podré soportarla una temporada. – y se fue a hacer el último turno de timonel, haciéndole un guiño cómplice a Gorka que se reía a carcajadas.

 

En media hora llegaron a la zona en dónde esperarían ocultos. Y, como era muy temprano y todo salía según lo previsto, decidieron descansar para estar preparados para lo que se avecinaba. Todos, sin excepción, se pusieron a dormir, cada uno en su puesto, ya fuese dentro o en la cubierta.

Sólo quedaba un vigía en el mástil más alto, el único que podía advertirles de la llegada del enemigo sin levantar sospechas: el pájaro de Eduard, cuyos ojos aventajaban a cualquier humano, que solían utilizar para comunicarse mediante carta los dos capitanes.

 

Guillermo se dirigió a su camarote cuando los marinos de cubierta ya dormían, tenían que aprovechar aquel descanso de cuatro horas. Tranquilo, iba a entrar, cuando recordó quién le esperaba dentro. Sonrió, abrió la puerta y entró, cerrándola al tiempo que esquivaba, sin esfuerzo, algo que sabía que iban a tirarle.

– ¿Podrás soportar nuestros pequeños desacuerdos sobre la popa? – preguntó ella iracunda y vengativa.

– Sí, mientras me sigas bombardeando con mis pantalones. Aunque sería más divertido si me lanzases tu ropa al tiempo que te la quitas.

– ¡Eres un salvaje! – y le tiró una camisa.

– Estás desdoblando toda mi ropa preciosa, pero si quieres pelea, adelante, por mí vale. – y veloz y ágil, como un felino se acercó a ella y la cogió en brazos. La echó encima de la cama y se tumbó sobre ella – ¡Vamos querida, defiéndete! – la incitó mientras hundía la cabeza en su cuello para besarla como había hecho horas antes.

Andrea se removió, pero le era imposible escapar de él, entonces Guillo empezó a notar como las uñas femeninas se clavaban en su espalda.

– ¡Como en los viejos tiempos! – le dijo incorporándose un poco para observar sus ojos encendidos por la rabia – Lucha ahora, pequeña, porque cuando empiece el abordaje no quiero tener que luchar contra alguien de mi propia tripulación, ya me llega con un Rufino cabreado por haber convertido a su prometida en una auténtica mujer pirata.

Andrea se relajó entonces y dejó de atacarle, sus manos resbalaron por la espalda del hombre hasta reposar en su pecho. Guillo, sorprendido por el cambio repentino levantó la cabeza y le preguntó:

– ¿Qué ocurre?

– Perdona, yo, en lugar de dejarte descansar y… no sé, me enfadé… y lo siento…

– Andrea, necesitabas descargar tensión… y yo también, así que no tienes que disculparte, no pasa nada. Además, son interesantes esos arrebatos que te dan de vez en cuando. ¡Quién lo iba a decir, de una señorita como tú! – le dijo burlón con una mirada pícara.

– Guillo, – pidió muy seria – si algo sale mal prométeme que harás lo de la barca.

– ¡Jamás! – le contestó en el mismo tono que ella y se giró tumbándose a su lado, apoyado en un codo para mirarla – Ese hijo de perra no se merece a una mujer como tú.

– Pero…- protestó ella.

– ¡Ni peros ni nada! Ese memo botarate no te pondrá una sola mano encima si yo puedo evitarlo.

– Está bien. – cedió comenzando a levantarse de la cama, no quería discutir – Ahora tienes que descansar.

– No te vayas. – pidió cogiéndola de la cintura al tiempo que ella lo miraba interrogante – Puede que sea la última vez que duerma con una mujer… y tranquila, me refiero sólo a dormir, tengo que estar descansado. – sonrió guiñándole un ojo – Escucha, no te quites la ropa ni te metas bajo la colcha – Andrea se tumbó a su lado dándole la espalda, él la abrazó contra su cuerpo – Siento si estás incómoda así, pero hoy quiero sentirte cerca. – ella se relajó contra su cuerpo y Guillo la cercó con sus brazos.

 

Así, abrazados, despertaron casi 4 horas después. Guillermo abrió los ojos y acarició a Andrea para despertarla.

– Arriba pequeña. – susurró tumbándose boca arriba – Pronto comenzará nuestra batalla personal.

– Lo sé. – repuso Andrea girándose hacia él – Guillo, sé que soy estúpida, pero… tengo miedo, me asusta lo que va a pasar.

– Es natural, será tu primera batalla. Si te sirve de consuelo todo será cuestión de suerte.

– ¿De suerte?  – preguntó Andrea sospechando que Guillo no lo decía en el sentido que ella pensaba – ¿Qué quieres decir?

– Verás, cada persona tiene su propio talismán para atraer la suerte en las luchas. El que tenga el amuleto más poderoso gana la batalla, por ejemplo, Goliat tiene una cadena con un colgante que tiene la imagen de Jesucristo, tu prometido utiliza como talismán…y como escudo…a todos sus oficiales, además de una Cruz de Caravaca que le regaló el rey.

– ¿Y tú? – preguntó intrigada – ¿Cuál es tu talismán?

– El mío ha cambiado, desde hace una temporada tengo uno muy especial.

– ¿Y funciona?

– Me salvó de Goretti y de la pantera, ¿recuerdas? Pero tengo mis dudas, no sé si esta vez funcionará.

– ¿Por qué? – interrogó la muchacha asustada.

– Bueno, aquellas veces funcionaba porque eran peligros pequeños, pero para esta batalla necesito duplicar el amuleto.

– ¿Y no puedes?

– Eso depende… de ti. Mi amuleto protector son tus besos y, de momento, sólo pude robarte uno como posible despedida en la isla.

– ¡Deja de burlarte de mí! – protestó menos enfadada que ruborizada, dispuesta a levantarse e irse.

– No me estoy burlando de ti. ¿Vas a dejar que salga a pelear sin amuleto? La decisión es tuya…- cerró los ojos esperando su reacción, ella dudó un poco, ¿y si Guillo hablaba en serio y perdían por su culpa? Se recostó contra él, pero como todavía no se decidía, Guillo la animó al tiempo que dejaba descansar sus brazos sobre la cama – Prometo no hacer nada que tú no quieras.

Andrea le rozó los labios y se apartó, pero como él no se movía y continuaba con los ojos cerrados, más confiada, le besó en la boca un rato. Él continuaba inmóvil, por eso se apartó.

– ¿Eso es todo? – le preguntó Guillo abriendo los ojos.

– Sí, si tú no me ayudas no puedo hacer más. – le contestó sonrojándose mientras él le acariciaba los labios con el pulgar.

– ¿Quieres que te ayude? – y como ella afirmaba con un gesto, le buscó la boca al tiempo que la abrazaba.

 

– Tenemos que irnos. – le susurró apartándose de ella.

– Guillo, ¿cuál es mi talismán? – preguntó ingenuamente.

– Tú no necesitas talismán – le contestó él muy serio – Me tienes a mí y yo juro que te protegeré con mi vida si es necesario. Además he descubierto una cosa nueva que me gusta hacer, por eso no dejaré que te pase nada.

– ¿Cuál? – preguntó curiosa.

– Palparte la popa. – explicó risueño al tiempo que lo volvía a hacer y salía del camarote para despertar a sus hombres.

Andrea le siguió entre indignada y agradecida, indignada por sus bromas, agradecida por todo lo que hacía por ella. Recordó entonces las palabras de Elías: “Tendrás en él a un defensor implacable”.

 

Eran las 8 y tenían que empezar a prepararse para la batalla. Lo primero que hicieron fue despejar la cubierta llevando los pocos accesorios que había a la contracubierta, y para que las velas no sufriesen daños en caso de cañonazos, las plegaron de forma estratégica.

Cenaron en la cubierta, sentados en el suelo y, cuando terminaron, subieron a la cubierta los 8 grandes barriles de arena, la munición necesaria para hundir la corbeta.

– ¡Atención! – ordenó Gorka – Recojan armas y prepárense para cuando tengamos que abordar. En medio reloj de arena, todos en cubierta para formar filas.

 

Una fila de hombres llenaba la cubierta y Guillermo empezó a pasar revista, revisando a todos los hombres para comprobar que iban bien armados. Y, sorprendido, cuando llegó al último puesto, observó a Andrea que se alistaba con ellos. Se colocó ante la mujer y la revisó como a todos sus hombres.

– Sus armas. – pidió y, para sorpresa del capitán, sacó una sartén que ocultaba en su espalda.

– No sé manejar alfanjes ni arcabuces, pero sé qué hacer con una sartén. – se disculpó.

– Bien. Suerte compañero. – deseó Guillo subiendo al puente de mando de nuevo – Mis valientes. – animó el capitán a los hombres, que todavía no se habían movido de su lugar – Nuestro amigo Rufino es, hoy por hoy, nuestra mayor amenaza. El intocable, jamás un barco logró hundir su “Orgullo de la Patria”, ni pirata alguno consiguió ponerle las manos encima.

– Entonces ya estamos en igualdad de condiciones. – afirmó valiente “El Trapos”.

– Cierto, – sonrió Gorka – por ese motivo el capitán nos ofrece la oportunidad de formar parte de la historia como la tripulación pirata más temida si mandamos el “Orgullo de la Patria” al pañol de Davy Jones.

– ¿Estáis preparados para hacer historia? – preguntó Guillo y sus hombres le respondieron con una valiente afirmación – Pues escuchadme bien, este es el plan: inclinaremos el barco con los barriles de arena y abriremos fuego griego contra la corbeta y los mástiles del “Orgullo de la Patria”, todo en la misma carrenada. Sólo dejaremos dos cañones libres para estar preparados para un contraataque. Todos conocéis vuestros puestos y lo que tenéis que hacer, pero lo explicaré para que nadie tenga dudas: Una vez disparados los cañones abriréis los bidones de arena para que cubra la cubierta evitando incendios en caso de que abran fuego contra nosotros. Mientras la corbeta se hunde y los del “Orgullo” no saben muy bien qué pasa utilizaremos la maniobra del zigzag para acercarnos protegidos por la cortina de humo que se formará al quemarse las velas de la corbeta. Cuando se den cuenta ya será demasiado tarde.

– “El Trapos” – continuó Guillo – estará al mando durante esas maniobras y, como hacemos habitualmente, lanzaremos los arpeos para abordar el barco y la primera fila de hombres procederá a un ataque rápido en medio de la confusión. Haréis un retroceso y volveréis al barco, que vengan a pelear a “El Temido”, eso nos dará cierta ventaja porque ellos no están acostumbrados a luchar en arena. ¿Algo que añadir? ¿Alguna objeción o idea nueva?

– Sí, capitán. – informó Leoncio – A Rufino le gusta jugar sucio y lo más seguro es que vaya directo a por ella – y señaló a Andrea.

– Lo sé, pero yo me encargaré de eso. – aclaró Guillo – Aunque quizá podríamos…Andrea, si te pones de nuestra parte él no tendrá clemencia contigo, pero si te atamos como si fueses nuestra prisionera y te encerramos en mi camarote…

– ¡No! – protestó Andrea – Estoy de vuestra parte sean cuales sean las consecuencias. Pelearé como cualquiera, y si amenaza con matarme, dejad que lo haga, soy una más y sé que no os rediríais por un compañero, así que por mí tampoco. – los hombres aplaudieron su discurso.

– Ya lo habéis oído. – cerró la conversación Guillermo, aunque él tenía muy claras sus prioridades y había decidido dejar de engañarse a sí mismo – Y ahora, ¡todos a sus puestos!

 

Cerraron las troneras y movieron los cañones hacia la zona de ataque. Los barriles fueron colocados en el flanco contrario y los hombres se colocaron en sus puestos, tres por cañón: uno metía la bala, otro cargaría la pólvora por el ánima y el tercero prendería la mecha tras apuntar. Los demás se encargaban de preparar las balas y el fuego griego (una mezcla de alquitrán y petróleo encendido, cuya función sería incendiar la corbeta enemiga y crear la cortina de humo).

– Capitán, – informó “El Trapos” – haciendo cálculos aproximados, gastaremos 4 toneladas entre lo que utilizaremos del pañol de municiones y los barriles que se tirarán por la borda, pero creo que quizá deberíamos soltar más lastre para ir más rápidos.

– Bien, da las órdenes necesarias. Tienes a tu disposición todo el barco, y te recomendaría los barriles de agua potable, son 1 tonelada por barril.

– Pero capitán, el agua no podemos…

– Basilio, si nos vencen por lentos, el agua potable no nos servirá de mucho muertos. Reserva un bidón o dos para uso de emergencia.

– Si, capitán.

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2 respuestas a “Forbantes. La Novela Completa

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  1. Preciosa novela romántica de quinceañera fantasiosa… (palabras de la autora)
    He disfrutado y me he asombrado con todos los detalles (no solo los técnicos).

    Conozco a la autora y quiero felicitarla, soy amante del género ¨policiaco¨ y hacía muchos años que no leía aventura, he vuelto a los tiempos de Verne, Conrad, Kipling, …
    Romántica, amena, final a la altura de las circunstancias y una puerta abierta ¿será cierto que esta basada en el diario de su abuela Andrea?

    Gracias Condesa ha sido un placer leer su novela.

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    1. Paquita, primero que todo decir que conocerte ha sido y es un auténtico placer.
      Segundo, que tus palabras siempre son música para mis oídos, pero en este caso me has sacado los colores jeje.

      Me alegro muchísimo de haber podido recordarte aquellos tiempos de aventuras y autores increíbles y mágicos, de que la novela haya sido de tu gusto y de que no pertenezcas a la legión de seguidores que quieren asesinarme por escribir ese final jajaja.

      Por todo, gracias, gracias, gracias. Es un placer escribir para personas bellas como tú.

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