Forbantes. La Novela Completa

3 de Septiembre de 1723

Al mediodía atracaron en el puerto y los marineros decidieron descansar y preparar las cosas para poder marcharse cuanto antes, el puerto era como una fortaleza, pero no era inexpugnable y Guillo sabía que las autoridades estaban al tanto de los negocios que allí se llevaban a cabo, pero les convenía mantener aquel puerto pirata. Los soplones abundaban allí y no solo interesaba capturar al pirata, sino su botín. El capitán era muy consciente de que James Plaintain era sólo un monigote del que se desharía la marina en cuanto les empezase a estorbar. Por esa razón, sus hombres, cargaron la mercancía y se quedaron dentro del barco. Sólo saldrían por la noche, y estarían cerca, bien comunicados, por lo que pudiese pasar. Todos eran conscientes del peligro que corrían, sus cabezas eran las más caras y llevaban a bordo una mujer. Nadie debía enterarse y ningún hombre quería problemas, así que, de buena gana obedecieron a su capitán y, James Plaintain, que conocía a Guillermo, al que tachaba de maniático, respetaba su opinión.

Después de la cena, el capitán llamó a Andrea que fue al camarote junto con Tommy y Goliat.

– Andrea, no sería prudente que bajases al puerto, ni siquiera que te dejases ver en el barco, este lugar está lleno de hombres que buscan mujeres y tú serías un blanco fácil. – le expuso la situación Guillermo.

– Lo sé. – le contestó sintiéndose avergonzada al pensar que, todos los hombres, sin excepción, bajarían al puerto buscando, no una mujer, sino un trozo de carne.

– Capitán, Tommy y yo nos quedaremos con ella. Yo no necesito bajar y me toca hacer guardia hoy. – explicó Goliat.

– Bien, por lo que pueda pasar estaré cerca de aquí, no me gusta este puerto, ni dejar el barco aquí, pero no tengo más remedio. Tommy, si ocurre algo vendrás a buscarme, estaré con el Gobernador. No creo que nadie os dé problemas, los hombres estarán ocupados, pero nunca se sabe, así que es mejor que os quedéis en mi camarote o en la contracubierta, ¿entendido?

– Sí, capitán. – contestó el pequeño – Le enseñaremos a Andrea a jugar a las cartas.

 

Y así lo hicieron. El capitán y la tripulación bajaron al puerto y, exceptuando a los tres amigos, no quedó nadie en el barco.

Estaban jugando a las cartas cuando escucharon un ruido fuera. Goliat se puso en guardia al reconocer la voz de Goretti dando órdenes, cogió un alfanje e indicó a Tommy que estuviese preparado para avisar al capitán si era necesario.

La puerta se abrió violentamente y dos hombres se abalanzaron sobre Goliat que, al luchar contra ellos se fue separando de Andrea.

Tommy, en cuanto vio entrar a los otros dos marinos que se dirigían a Andrea, no lo dudó, salió por el ojo de buey y, utilizando un cabo a  modo de tirolina, descendió lo más rápido que pudo al puerto para correr a avisar al capitán.

Cuando llegó junto a él, estaba con una mujer, pero al ver a Tommy llegar corriendo la apartó de un manotazo.

– ¡Capitán! ¡Quieren matarla! ¡Goliat no podrá sólo! ¡Son cuatro!

– ¡Maldita sea! – bramó el capitán – Otra vez será muñeca. – le dijo a la mujer abrochándose los pantalones. Cogió su alfanje y salió corriendo tras el niño.

– Estaba Goretti y sus dos hombres y había otro muy grande. No me vieron salir. – informó Tommy.

 

El capitán llegó al barco y entró en la estancia. Goliat estaba arrinconado contra la pared y vigilado por dos hombres que Guillo reconoció de inmediato. Goretti se disponía a bajarse los pantalones y le había arrancado la camisa a Andrea que se cubría el pecho con las manos sin poder moverse, puesto que el cuarto hombre, de espaldas a Guillermo, la tenía agarrada por el pelo y sujetaba una daga sobre su cuello para evitar que Goliat luchase y que ella se defendiese.

Furioso, Guillermo, le sesgó la cabeza de un solo golpe, liberando a Andrea mientras Tommy gritaba:

¡Ya estamos aquí! ¡A por ellos Goliat!

Guillermo agarró a Andrea por la cintura con la mano que tenía libre, y la giró apretándola contra él. La mujer le abrazó aterrada.

Goliat, sin mucha dificultad, ensartó con su sable a uno de los hombres y se enzarzó en una cruel lucha con el otro.

– ¡Maldito perro! ¡Debí haberte matado el primer día que le pusiste las manos encima! – gritó colérico el capitán.

– Pues ten cuidado, quizás mueras tú antes. – le respondió Goretti – Esa zorra será mía y tu barco también, tú no podrás impedirlo.

Y el duelo comenzó, a pesar de tener que proteger a Andrea, lo que le impedía moverse con agilidad, Guillermo no resultaba un enemigo fácil y Goretti, al darse cuenta, decidió cambiar de estrategia.

– ¡Si no es mía tuya tampoco será! – gritó y dirigió su alfanje al cuerpo de Andrea.

Guillermo, para protegerla, interpuso su cuerpo y el sable le rasgó la piel del brazo. El capitán, enfurecido, lo desarmó con un solo golpe, pero Goretti no se resignaba a perder. Con una sonrisa en el semblante cogió su pistola y apuntó a Guillermo, pero no vio a Tommy y Goliat que, con un cabo extendido en tensión total, golpearon sus talones haciéndole caer al suelo. Guillermo le apuntó al cuello con el alfanje y Goretti comenzó a provocarle para que le matase, pero el capitán no estaba dispuesto a que aquello quedase así.

– Goliat llévale al calabozo, Tommy acompáñales. Mañana la tripulación juzgará el castigo que merece.

– Capitán…el hombre que mataste primero…no es del barco. – informó Goliat.

– Lo sé. – dijo Guillermo entendiendo lo que el hombre le quería decir – Cuando acabes con él ve al puerto y di a los hombres que dentro de media hora, a las 2, quiero a toda la tripulación en el barco preparada para zarpar. El que no esté quedará en tierra. Tommy, tú busca en tu ropa alguna camisa para dejársela a Andrea.

Eso significaba que en el puerto sabían que Andrea iba a bordo y que la buscaban, nadie se metería en su barco sólo para violar a una simple mujer, y menos habiendo tantas en tierra y reconociendo perfectamente el barco. La entregarían al almirante a cambio de una buena suma y le culparían a él de mancillarla.

 

Ambos salieron de la contracubierta y Guillermo observó a Andrea preocupado. Cuando la abrazó ella había enterrado la cabeza en su pecho y, desde entonces, no la había vuelto a levantar.

El capitán la llevó hacia su hamaca y cerró la cortina para evitar que viese los cuerpos mutilados rodeados de sangre en el suelo. Luego la apartó un poco de él, ella se tapó el pecho con los brazos y continuó con la vista fija en el suelo mientras las lágrimas surcaban sus mejillas.

– No llores, pequeña, ya ha pasado todo. – intentó calmarla abrazándola de nuevo, pero como ella no dejaba de llorar le preguntó preocupado – ¿Te han hecho daño?

Ella negó con la cabeza, tenía los puños cerrados y seguía en la misma posición con la cabeza baja. Guillermo se quitó la camisa y se la puso. Ella se dejó hacer, sin mirarle, sin dejar de llorar.

– Andrea ¿qué te han hecho o qué te han dicho para ponerte así? – interrogó Guillo inquieto – Dime qué ha pasado.

Andrea continuaba en silencio. Guillo la cogió por los hombros y la zarandeó, pero ella no reaccionaba.

– ¡Andrea! ¡Háblame, dime algo! – le dijo desesperado – O iré abajo y te juro que le mataré.

Ella no dijo nada, pero extendió las manos abiertas, enseñándole las palmas, las tenía llenas de sangre.

– ¿Qué? ¿De quién? ¿Es tuya? – ella negó con la cabeza.

Guillermo empezó a pensar de quién podía ser aquella sangre. Cuando entró en el camarote la cogió y ella no había vuelto a tocar a nadie. No podía ser sangre de él porque sólo tenía cortes en un brazo. Alguien había sido herido antes de que él llegara.

 

– Capitán. – llamó Goliat.

– Aquí.

– Capitán tengo malas noticias. – informó Goliat cabizbajo – Antes de que llegaras él intentó defendernos, debió desconfiar de que pasaría algo y, en lugar de ir al puerto, esperó fuera. Lo obligaron a entrar y le cortaron un brazo delante de ella. Nos dijeron que si seguíamos resistiendo lo cortarían en pedazos. Nos quedamos quietos, a mí me arrinconaron y a ella la agarraron. Cuando le quitaron la camisa él quiso defenderla con las pocas fuerzas que le quedaron y…lo tiraron por el hueco del cañón después de matarlo.

– ¿Él? – preguntó el capitán intentando controlar el odio que sentía por su prisionero.

– Ma…Macario, capitán.

– ¡Maldito hijo de perra! – exclamó Guillermo dolido, habían asesinado a uno de sus mejores hombres, además de intentar violar a Andrea, ¡aquello no quedaría así! Se giró y contempló a la muchacha – Avisa a Gorka de que hay que limpiar esto y dile a Evaristo que venga cuanto antes, estaremos en mi camarote.

En ese momento llegó Tommy. Guillermo cogió a Andrea en brazos y se la llevó a su camarote, ella cerró los ojos, no quería volver a ver aquello. Tommy abrió la puerta del camarote.

– Pequeña ya puedes abrir los ojos, hemos llegado. – informó el capitán y acto seguido ordenó a Tommy – Deja la camisa ahí. Ve a la cubierta por si necesitan ayuda limpiando abajo, alguien tiene que informar de todo a Gorka. ¿Puedo contar contigo, grumete?

– Sí, mi capitán.

– Andrea, – le explicó depositándola en el suelo una vez que Tommy se hubo ido – estás llena de sangre, tienes que lavarte. Métete ahí dentro, el barril está lleno de agua, tienes una toalla colgada y te dejo toda la ropa ahí. ¿Puedes tú sola o necesitas que te ayude? – ella negó con la cabeza – ¿Puedes? ¿Seguro? ¿Estás bien? – ella afirmó y se metió dentro.

El capitán le cerró la puerta y esperó preocupado vendándose el brazo con un trozo de tela para detener la hemorragia. Al poco rato Andrea salió, se había lavado y cambiado, pero, como el agua estaba fría, tiritaba destemplada.

Guillo la envolvió en una manta y la llevó a la cama. Se sentó sobre el colchón y la cogió en el colo. Andrea se arrebujó contra él que, angustiado, empezó a acariciarle el pelo por no saber qué decir o hacer para devolverle el habla.

Entonces ella, más calmada, recordó que Guillermo tenía un corte en el brazo y se levantó.

– ¿Qué vas a hacer? – le preguntó recogiendo la manta.

Andrea, con un gesto, le pidió que esperase y, cuando volvió a su lado, lo hizo con un pequeño cazo de agua, una toalla y varios trapos.

Se sentó a su lado y le cogió del brazo desatando la tela que Guillo había utilizado para intentar cortar la salida de sangre, sabía que si no le cambiaba aquel trapo usado para Dios sabe qué, podría infectársele. Le limpió la herida y le vendó con cuidado. Después llevó el agua y la toalla al cuarto y volvió a su lado, al tiempo que Evaristo entraba en el camarote.

– ¿Queríais verme? ¿Quién está herido?

– No sé si está herida o no. – explicó Guillermo – No habla, no lo entiendo.

– Bien, yo sólo soy el médico de a bordo, pero veré lo que puedo hacer. Vete abajo mientras, allí te necesitan y tenemos que zarpar.

– ¿Te importa que baje? – le preguntó a Andrea, ella negó con la cabeza – Volveré pronto.

 

Pero cuando volvió las noticias que le esperaban no eran buenas.

– ¿Y bien? – le preguntó al médico.

– ¿Podemos hablar a solas? – pidió Evaristo.

– Claro, si a ella no le importa.

– Verás – le explicó fuera – ella ha recibido una impresión muy fuerte y hasta que supere el estado en el que está o algo la…no sé cómo decirlo…libere, no volverá a hablar.

– ¿Y cuándo pasará eso?

– ¿Quién sabe? Puede tardar días, o semanas, o…

– ¿O? – preguntó alarmado.

– O puede no pasar nunca. – Guillermo se sintió abatido – No la fuerces para que hable, la presión sería peor. Cuida de ella, ahora mismo creo que lo que más necesita es sentirse protegida.

– Lo haré, no lo dudes que lo haré. – y entró en el camarote.

Ella estaba allí de pie observándole.

– ¿Estás mejor? – le preguntó acercándose, Andrea afirmó con la cabeza – Escucha, Goliat, Tommy y todos los demás dormirán en la otra contracubierta, pero me temo que no quedará mucho sitio para ti ¿te importaría dormir otra vez conmigo?

Ella intentó hablar para explicarle que no, pero no consiguió que ningún sonido saliese de su boca. Negó con la cabeza y volvió a intentar hablar…sólo silencio…las lágrimas de impotencia comenzaron a surcar sus mejillas.

– No preciosa, no llores. – consoló él secándole las lágrimas – No te preocupes, no pasa nada si no puedes hablar ¿vale? No importa, lo arreglaremos…- explicó aunque ni él mismo sabía cómo, jamás le había pasado algo así y no sabía qué hacer – Ven aquí. – le dijo abrazándola – Necesitas descansar. Métete en la cama, yo iré en un rato.

Andrea obedeció, se quitó la ropa y se metió en la cama. Guillo se acostó a su lado poco después y la abrazó por la cintura. Ella sacó un brazo de debajo de la colcha y lo puso sobre el de Guillermo agarrando su mano. Él, al notarlo, la pegó más a él y besándole el hombro le deseó buenas noches.

 

Tres horas después se despertó y, al ver que Guillermo no estaba en la cama se levantó de golpe y se vistió asustada, pensando que quizá había pasado algo.

Al salir de la cortina lo vio, acodado en la mesa con la cabeza entre las manos.

– No debí haber bajado al puerto, le prometí protegerla y no dejarla sola. Si me hubiese quedado aquí no habría pasado esto. Un capitán debe defender a sus hombres. – estaba destrozado.

Andrea no pudo soportar verle así y volvió a intentar hablar poniendo todo su empeño y sus fuerzas en ello.

– ¡No! – él levantó la cabeza al escucharla – ¡No…es…culpa…tuya!

– ¡Andrea! ¡Estás hablando! – y se levantó de la mesa sonriendo, la miró y abrió los brazos, la mujer corrió a refugiarse en ellos.

– Fue…culpa mía…siempre…es mi culpa…yo…

– ¡Shhhh! – le ordenó Guillo rozándole los labios con un dedo para obligarla a guardar silencio – La culpa es de ese animal que está en el calabozo y que mañana pagará por lo que ha hecho. Vuelve a la cama y descansa, yo tengo que acabar de cubrir papeles y…

– Me quedaré aquí. No puedo…dormir más. – Guillo volvió a la mesa y Andrea se sentó frente a él – Mañana…

– ¿Qué ocurre? – preguntó el capitán, aunque creía saber lo que ocurría.

– No quiero…volver a…verle.

– Sé que es duro, Andrea, pero tiene que estar presente toda la tripulación. No temas pequeña, todos estaremos contigo.

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2 respuestas a “Forbantes. La Novela Completa

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  1. Preciosa novela romántica de quinceañera fantasiosa… (palabras de la autora)
    He disfrutado y me he asombrado con todos los detalles (no solo los técnicos).

    Conozco a la autora y quiero felicitarla, soy amante del género ¨policiaco¨ y hacía muchos años que no leía aventura, he vuelto a los tiempos de Verne, Conrad, Kipling, …
    Romántica, amena, final a la altura de las circunstancias y una puerta abierta ¿será cierto que esta basada en el diario de su abuela Andrea?

    Gracias Condesa ha sido un placer leer su novela.

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    1. Paquita, primero que todo decir que conocerte ha sido y es un auténtico placer.
      Segundo, que tus palabras siempre son música para mis oídos, pero en este caso me has sacado los colores jeje.

      Me alegro muchísimo de haber podido recordarte aquellos tiempos de aventuras y autores increíbles y mágicos, de que la novela haya sido de tu gusto y de que no pertenezcas a la legión de seguidores que quieren asesinarme por escribir ese final jajaja.

      Por todo, gracias, gracias, gracias. Es un placer escribir para personas bellas como tú.

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