Forbantes. La Novela Completa

11 de Septiembre de 1723

Cuando se despertó ella ya se había ido, se desperezó y se incorporó, hoy atracarían en una de las islas Seychelles. Por el momento la tripulación creía que lo harían en una isla desierta, pero pronto les descubriría que su viejo amigo y maestro había cambiado de residencia y vivía en el corazón de la isla, lejos de la molesta civilización y de las autoridades.

Eduard era un pirata que se había retirado cuando, como decía él, ya no tenía más escondites dónde meter el oro. Toda su vida se había dedicado a asaltar barcos de la marina y a gastar parte del dinero en mujeres y ron. Cuando Guillermo contaba siete años, el pirata se había unido al capitán de “El Temido” para asaltar una flota de 5 barcos de la marina francesa.

Juntos, “El Temido” y el “Desolación Negra”, habían conseguido un botín suculento que cualquier pirata envidiaría: oro para vivir durante dos vidas y un destacamento completo de jefes y asesinos de la marina (que fueron debidamente ajusticiados). Pero Eduard estaba convencido de que el mejor botín se lo había llevado él: en la bodega inferior de uno de los barcos encontraron a Lupe, una polizonte que huía de su país para intentar encontrar un futuro mejor. Accedió a ser la sirvienta del capitán del “Desolación Negra” y, éste, le perdonó la vida.

Años después, cuando Guillo contaba 19 años y era el nuevo capitán de “El Temido” había empezado su amistad con la pareja. Ante la prematura muerte del capitán, Eduard le apoyó y le enseñó todo lo que un capitán pirata debía saber…después de poner a prueba su valía.

Cinco años después, los dos barcos emprendieron juntos el camino hacia la parte sur de África y allí conquistaron su nuevo campo de acción.

 

A todo esto, el botín había sido repartido entre los marineros. La mayoría de ellos abandonaron el barco y lo despilfarraron muriendo en la miseria, a otros los asesinaron por presumir de lo inmenso de su parte botín y los pocos que quedaban, decidieron continuar al lado de sus capitanes.

El capitán de “El Temido”, sospechando que podría ser ajusticiado, confesó a Guillo dónde estaba escondida su parte del botín y Guillermo heredó su parte aquella horrible tarde que nunca podría olvidar. Por esa razón y uniendo ese oro al que había conseguido después, tenía dinero de sobra como para establecerse y vivir una vida totalmente desahogada, pero Guillermo decidió seguir al mando de “El Temido” porque allí había pasado toda su vida y no había ninguna razón que lo tentase para establecerse.

 

Eduard también tenía pensado seguir con la piratería hasta que la marina, o sus años y enfermedades, se lo impidiesen, pero a los dos años de llegar a Mozambique, Lupe quedó encinta y perdió al niño al resbalar y caer dentro del barco, había estado al borde de la muerte,  por esa razón Eduard decidió que era el momento de establecerse y formar una familia. Y qué mejor esposa que aquella valiente mujer, madre de su hijo, compañera de tantos años…

Ahora vivían allí, en una lujosa residencia con todas las comodidades que en la época existían, en una tierra fértil, en su pequeño pueblo formado por todos los ex-piratas del barco, ahora irreconocibles con sus mujeres y retoños.

Guillermo sabía que contaban con su visita y no iba a defraudarles…Salió del camarote, ya todos los marineros esperaban en la cubierta.

 

– ¡Es la hora! – exclamó el nostálgico capitán – Hoy decidiremos el símbolo que protegerá nuestro barco y amedrentará a nuestros enemigos.

 Todos asintieron, mientras Andrea, Goliat y Tommy, en un segundo plano, observaban la escena intrigados.

– ¿Hay alguna propuesta? – preguntó Gorka situándose al lado del capitán – ¿Alguien cree saber por qué las aguas no están de acuerdo con nuestro antiguo símbolo?

 Los hombres se revolvieron inquietos, sabían la razón, pero nadie se atrevía a decirla. Entonces Leoncio se decidió a hablar:

– El problema es ella. – y señaló acusador a Andrea, todos se volvieron para observarla mientras la mujer enrojecía y se temía lo peor.

Aunque sabía que los hombres estaban agradecidos por lo que hacía por ellos, quizá habían empezado a pensar que la leyenda de que si una mujer entraba en un barco pirata las desgracias no hacían más que comenzar. Pero Guillo sabía que Leoncio apreciaba a Andrea y su pensamiento vislumbró otra interpretación.

– Explícate Leoncio. – pidió el capitán.

– Antes de que ella llegase al barco, nuestro símbolo era el águila, la libertad. Pero las cosas han cambiado, Andrea ha demostrado que una mujer puede ir en un barco pirata y formar parte de la tripulación, además de enseñarnos a cocinar. Ahora mismo y, si mis limitados conocimientos no me engañan, somos los únicos piratas que llevamos a una mujer a bordo, no como prisionera ni sirvienta, sino como tripulante, por esa razón creo que necesitamos un símbolo femenino, porque es lo que distingue principalmente a nuestro barco de los otros, libres son todos los piratas.

– Y bien, – siguió Guillo esperanzado, ahora entendía porqué cada vez que pensaba en el mascarón asaltaba su mente la imagen de Andrea – ¿qué opináis?

– Tiene razón Leoncio, Andrea es una parte muy importante de nuestro barco, pero me parece exagerado poner la talla de una mujer en el mascarón, no luchamos por las mujeres, ni bajo sus órdenes, ¡somos piratas! ¡Nuestro capitán es un hombre!

Un murmullo general corroboró el discurso del pirata, Guillermo no conseguía ver la salida, así nunca se pondrían de acuerdo.

– ¿Entonces qué proponéis?

– ¡Una calavera! – defendió el hombre que había desbancado la talla femenina con sus argumentos – ¡Qué mejor símbolo para un pirata!

– Cierto. – afirmo Guillo – Sobretodo para ir de puerto en puerto anunciando nuestra profesión a los cazarrecompensas.

 

En el barco se hizo el silencio, todos los hombres pensaban una solución, todos menos Leoncio, Goliat y Tommy que charlaban animadamente con Andrea, parecían satisfechos, pero la maniobra no le pasó desapercibida al capitán que, molesto por la despreocupación de los cuatro compañeros, se decidió por un ataque directo.

– ¿Qué opináis vosotros Goliat, que parecéis tan animados?

El hombretón miró a Guillermo de forma despreocupada, lo cual sorprendió a Guillo, pero no menos que su respuesta.

– Creemos que Tommy ha encontrado la solución perfecta. – declaró contento.

– Adelante. – le indicó Guillo amenazador.

– No, sólo es una tontería, a nadie más le va a gustar…- intentó disculparse.

– Tontería o no, todos tenemos derecho a saberlo. – le dijo irritado, estaba seguro de que no le gustaría lo que iba a decir…pero se equivocó.

– Una…una sirena.

La tripulación estalló en carcajadas, pero Guillo lo miró muy serio, creía entender su aportación. El niño, ante las risas de sus compañeros se sonrojó sintiéndose humillado, iba a volver al rincón, pero se dio cuenta de que Guillermo no se reía y lo miraba fijamente. Eso le impidió moverse.

  • ¡Silencio! – bramó Guillermo – Quizá tenga razón. Explícate.

– Que…queríais que fuese un símbolo femenino, pero que también simbolizase la libertad que acompaña al pirata, pues…la sirena es el símbolo de la libertad femenina, es libre y recorre los mares.

– Pero…- objetó otro pirata – eso no le dará miedo a nuestros enemigos. Una sirena es símbolo de belleza y de…

– ¡Muerte! – exclamó Andrea defendiendo al niño y todos le miraron sorprendidos – La sirena tiene una bella apariencia, como este barco, y atrae a los hombres con su dulce canto para devorarles. Cuando ellos se dan cuenta ya es demasiado tarde, la sirena es su perdición…

Los piratas la observaron extasiados, conocían la leyenda, pero nunca se habían parado a pensar en la similitud que había entre aquellos símbolos legendarios y los barcos piratas.

– Yo voto por la sirena. – afirmó Gorka levantando la mano, al poco rato todos los marinos habían levantado la mano y miraban al capitán.

– Estoy totalmente de acuerdo, Leoncio la sirena es toda tuya. – concluyó el capitán – Y para celebrarlo os comunico que vamos a visitar a un viejo amigo en las Seychelles, Eduard nos invita a su isla, atracaremos después de comer.

Un coro de vítores celebró la noticia, todos estaban entusiasmados, sabían que Eduard implicaba comida fresca, descanso sin contratiempos y reencuentro con viejos amigos…todos excepto Andrea, la que, aunque disfrutaba viéndoles felices, no comprendía el motivo de tal alegría.

 

Sintiéndose desmadejada se dirigió a la cocina intentando descifrar el significado de aquella noticia. Guillo, que se dio cuenta de su apuro, la siguió.

– Andrea, supongo que te debo una explicación. – ella escuchó la historia de Eduard y Lupe mientras fregaba la cocina, aunque Guillo omitió ciertos detalles de su pasado y de lo que pensaba hacer en el futuro.

– ¡Qué suerte! – suspiró Andrea y el pulso de Guillermo se aceleró, odiaba a las mujeres que sólo pensaban en el dinero.

– Sí, es una suerte que el botín le llegase para vivir tan bien. – expresó en voz alta para escuchar su opinión, aunque algo en su interior le aseguraba que ella no se refería al dinero.

– No me refería a eso. – protestó ella girándose hacia él – ¡Hombres! Siempre pensáis en lo mismo: cama y oro.

– ¿Entonces a qué te referías tú? – le preguntó acercándose a ella.

– A que tiene a un hombre al que quiere y que le corresponde. No un borrego que la persigue por desquitarse. – le explicó tímidamente.

– ¿Una suerte? ¡Es un pirata! – exclamó despectivamente mirándola a los ojos, muy de cerca, imponiéndose un control de hierro para no dejarse llevar por su instinto, el cual luchaba para liberarse.

– ¡Es un hombre! – protestó ella empezando a enfadarse, creía que él estaba intentando irritarla de nuevo.

– Pirata al fin y al cabo. – le contestó ocultando la diversión que le producía verla defender a los piratas tan vehementemente.

– ¡Hombre antes que nada! – continuó ella peleona.

– Buscado por la marina, prófugo de la ley…- y su control se empezó a derrumbar cuando cometió el error de tocarla para abrazarla. Ella no se daba cuenta, estaba enfrascada en la discusión, no se dejaría convencer…

– Al igual que ella. – remató.

– Eres una cabezota. – le dijo el capitán sonriendo.

– Y tú también. – se defendió ella.

– Pero yo soy el capitán, estoy acostumbrado a que me den la razón, pero tú…- le contestó mirando su boca – tú eres…una maldita y peligrosa sirena. – y la observó enigmáticamente.

Andrea, sorprendida por su expresión, se apartó un poco de él, y fue cuando se dio cuenta de que estaba entre sus brazos. El hombre recobró la cordura entonces.

– Estoy seguro de que a Lupe le gustará conocerte.

Y salió de la cocina enfadado consigo mismo, sintiéndose estúpido y débil, ¿bastaba un rato al lado de aquella mujer para que perdiese el control? ¡No! Era simplemente que necesitaba una mujer, pero estaba seguro de que en la isla habría alguna de su gusto, una cualquiera, pero una mujer…

 

Después de comer atracaron en la isla con su barco fantasma, en principio el lugar parecía deshabitado, pero ellos, que sabían que no era así, se fijaron bien en la espesura descubriendo un poblado que se ocultaba y confundía con el paisaje.

Se preparaban para bajar del barco cuando los isleños comenzaban a salir de entre los árboles. Todos estaban contentos e ilusionados, veían en tierra a viejos amigos que, sabían, los recibirían con los brazos abiertos. Serían unos días memorables para contar y rememorar historias a la luz de las chimeneas…

Andrea, en cubierta, observaba las caras nuevas con curiosidad y temor a la vez. No sabía qué hacer…se sentía incómoda y aterrorizada a la vez, no quería bajar a tierra.

El primero en bajar fue Guillermo, que fue recibido por el efusivo abrazo de un hombre alto y delgado y una mujer esbelta, pelirroja, de expresión tranquila, ambos de unos 40 años, que Andrea identificó como Eduard y Lupe. El resto de los hombres bajaron en tropel, alborozados, pisándole los talones al capitán, y pronto se confundieron con la multitud. En el barco sólo quedaban dos personas: Andrea y Tommy.

Cogidos de la mano comenzaron a bajar por la rampa, aunque Andrea no sabía a dónde o a quién dirigirse. Ya iban a poner los pies en tierra cuando el bullicio cesó y todos se giraron para mirarles.

Tanto la mujer como el niño eran incapaces de moverse bajo la atenta e inquisidora mirada de aquellas gentes. Entonces Eduard llamó al pequeño:

  • ¡Tommy! ¿Acaso el “Taco” ya no se acuerda de sus tíos, los que jugaban con él en el barco?

Y el pequeño recordó y salió corriendo hacia los brazos abiertos de Lupe.

 

Andrea no sabía qué hacer. Las miradas seguían fijas en ella, se sentía culpable por estar allí, invadiendo la intimidad de aquellas gentes, estaba segura de que la miraban mal por abusar de su confianza, al fin y al cabo, era la única extraña.

Pero, aunque su miedo la hiciese razonar así, la realidad era otra, los isleños la miraban sorprendidos, sabían que en el barco venía una mujer, pero nunca habrían podido imaginar que sería así.

A pesar de su atuendo pirata, que intentaba que pasase desapercibida, consiguiendo el efecto contrario, y de su piel algo bronceada, seguía teniendo la apariencia de una mujer de la clase alta, y no de la persona que los habitantes de la isla esperaban. Y su palidez, su cuerpo esbelto, lo rubio de sus cabellos y lo profundo de sus claros  ojos azules, en contraste con aquel atuendo oscuro y ayudado por su aspecto inocente y desvalido, le confería mayor belleza si cabe.

Todos la observaban complacidos y Guillermo, consciente de ello, se dirigió hacia Andrea.

– Esta es Andrea. – les dijo tendiéndole una mano a la que ella se aferró como si fuese su tabla de salvación.

– ¡Es como mi mamá! – exclamó Tommy contento.

– ¿Cómo? – se preguntó Lupe extrañada  – No puede ser, parece muy joven.

– Yo no tengo mamá porque Guillo dice que no me pudo cuidar, – los isleños le escuchaban atentos – entonces Andrea me dijo que si yo quería, ella me cuidaría.

Un murmullo de aprobación respaldo la explicación y Andrea se sintió más segura.

Guillermo, complacido, la enlazó por la cintura para conducirla hacia la pareja y, sintiéndose orgulloso de ella, hizo las presentaciones.

Los cuatro se dirigieron a la mansión acompañados por Tommy mientras el resto de la tripulación se quedaba en el poblado.

Tommy iba entre las dos mujeres que, abriendo la comitiva, le escuchaban relatar las aventuras del barco y sus ocupantes. Guillo y Eduard iban un poco más rezagados hablando:

– Cuando lleguemos a casa os cambiaremos de habitación porque pensé que al final vendrías solo y mandamos venir a una mujer. Lo que yo no sabía es que tú ibas a traer a esta preciosidad, pensé que sería una pirata más, pero no me extraña que te haya hecho perder la cabeza. He de decir que tienes un gusto exquisito, pero ya nos contarás en la cena cómo conseguiste engatusarla. – le dijo Eduard haciéndole un guiño cómplice.

– Te equivocas, viejo verde, – rió Guillo – ella sólo es mi protegida.

– ¡¡ ¿Qué?!! – exclamó y las mujeres al escucharle se giraron.

– ¿Qué ocurre querido? – preguntó Lupe.

– Andrea no es su…pareja.

– ¡Vaya! – exclamó desilusionada – Ya decía yo que Guillo no podía tener tan buen gusto. – y entró en la mansión sonriendo de forma diabólica – O ella tan malo.

Una mujer y un hombre jóvenes los esperaban dentro. El chico era hijo de los anfitriones.

– Guillo – presentó Eduard – esta es Isabella.

La mujer era morena, de pelo negro rizo, ojos oscuros e insinuante sonrisa. Llevaba un vestido tan apretado que no dejaba lugar a la imaginación y, gruesa y de formas bien definidas, provocaba un extraño contraste al pasar cerca de Andrea, su polo opuesto. Rápidamente se agarró del brazo de Guillermo y comenzó a hacerle cumplidos y carantoñas dejando bien claras sus intenciones y su territorio. Pero Guillo prestaba más atención a Andrea y al hombre que, embobado, la miraba y le sonreía, lo que no pasó desapercibido a Lupe.

El hombre en cuestión, era un joven apuesto y de buenos modales, pero en sus gestos y su forma de hablar se notaba la falta de madurez, control y carácter, y todavía salía peor parado si se le comparaba con Guillo o con Eduard, parecía entonces un muchacho indefenso. Quizás fue esa la razón por la cual Andrea se sintió complacida con su compañía y entablaron conversación rápidamente.

– En la cena hablaremos, ahora, si no os importa, mi mujer y yo vamos al pueblo a charlar con viejos amigos antes de que os pongáis a trabajar. – se disculpó Eduard – ¿Vienes Tommy?

– ¡Claro! Vamos a junto de Goliat, ya veréis, está más fuerte que la última vez.

Y los tres se dirigieron al poblado mientras el pequeño les contaba las novedades.

 

Guillo cansado decidió sentarse en uno de los sillones y la reacción de su acompañante no se hizo esperar; Isabella se sentó abrazada a él, le besó en la boca y le pidió:

– Vamos a la habitación.

Andrea enrojeció y Cosme, su nuevo amigo, al comprender lo embarazoso de la situación le ofreció el brazo y les explicó a la pareja:

– No os preocupéis por nosotros. – y se dirigió a Andrea – Si no tienes inconveniente te enseñaré la isla.

– ¡Oh no! Me encantaría.

Y ambos se fueron cogidos del brazo bajo la atenta mirada de Guillo.

– ¡Qué bien que se hayan ido! – exclamó Isabella y volvió a besarle.

Él no pudo evitar comparar su descaro y libertinaje con la timidez de los dulces besos de Andrea y, ante el recuerdo de sus delicados labios, le desagradó la insolencia de los besos de Isabella y la apartó. Pero antes de que le diese tiempo a sentirse rechazada y protestar, la cogió de la mano y la llevó a la habitación.

Después de un buen revolcón se puso los pantalones y se fue a dar un baño en el mar. Se metió en el agua pensativo…se había ido a la cama con aquella mujer, y aunque había calmado su deseo temporalmente, ella no había conseguido satisfacerlo. Más bien le había crispado…

Salió del agua después de nadar un rato, hacía bastantes días que no había estado con una mujer y, quizá su deseo, unido a la torpeza de Isabella, era lo que había hecho la relación decepcionante.

Convencido de que éste y otros argumentos eran la verdadera causa de su descontento, se dirigió de nuevo a la casa, ya anochecía y pronto estaría la cena.

Cuando llegó, el matrimonio, Isabella y Tommy estaban en el salón.

– ¿Dónde te habías metido, Guillermo? – preguntó la mujer contrariada – Te he estado buscando por todas partes.

– Eso significa que no has buscado bien. Fui a nadar un rato.

– ¿Y qué opinas de nuestras playas? – preguntó Lupe sonriente.

– Son lo mejor que he encontrado en esta isla. – contestó y tanto Lupe como Eduard comprendieron la indirecta – ¿Andrea y Cosme todavía no han vuelto?

– No, si te parece vamos a buscarles. – explicó Eduard – Nos los cruzamos cuando veníamos de camino y sé dónde están.

 

Y ambos hombres salieron de la casa.

– Al parecer no te ha gustado nuestra isleña.

– No, – acepto Guillo – la verdad es que no.

– ¡Pobre Guillo! – rió el hombre – Te nos has vuelto demasiado exigente. Y creo conocer la causa, por ahí viene…- y antes de que Guillo pudiese decir algo se separó de él y se dirigió a la pareja que se acercaba – Es hora de cenar, hijos.

– Ya íbamos hacia casa. – contestó Cosme sonriente.

– Bien, si me lo permites, Andrea, te escoltaré hasta casa para que estos dos peligrosos hombres no puedan hacerte nada. – y le ofreció su brazo.

– Claro que sí, será un placer. – contestó Andrea y juntos comenzaron a caminar.

Guillo se situó al lado de Andrea, pero como ésta iba entretenida contándole lo que había visto a Eduard, tuvo que conformarse con entablar conversación con Cosme.

Al llegar a la casa, Eduard se fue a la cocina para avisar a su esposa de que ya habían llegado y ordenar que sirviesen la cena. Al mismo tiempo Guillo cogía a Andrea de la cintura y la guiaba al salón seguida de Cosme.

– ¿Qué tal has pasado la tarde? – preguntó el hombre.

– Muy bien, Cosme me ha enseñado sitios muy bonitos. Es una isla preciosa, pero no pensé que fuese tan grande.

– Lo sé, no lo parece. – le contestó mientras entraban en el salón – Y dime, ¿cuál es el lugar que más te ha gustado?

– Pues…ya sé…- contestó mirándolo a los ojos ilusionada – la cala que…

– ¡Guillo! ¡Por fin has venido! – cortó la conversación Isabella, celosa, abrazándose a él.

 – Andrea, ven a sentarte conmigo. – llamó Cosme – Van a empezar a servir la cena y tengo muchas cosas que contarte.

Y Andrea fue a sentarse a su lado mientras Guillo no sabía cómo hacer para librarse un rato de su pegajosa acompañante.

Durante la cena, la conversación fue muy animada, puesto que Tommy, entusiasmado, tenía muchas cosas que contar de sus últimos viajes. Pero a las 10 al pequeño se le empezaban a cerrar los ojos y Lupe decidió que era hora de descansar.

– Venga chicos, es hora de ir a la cama. Estáis cansados y mañana será un día duro.

– Cierto. – apoyó Guillo – Mañana tenemos que empezar el gran carenado.

– Andrea, – se disculpó el anfitrión – lo sentimos, pero no contábamos con tu agradable visita así que te hemos preparado una habitación a última hora, esperamos que sea de tu gusto, pero si te sientes incómoda o necesitas algo no dudes en decirlo.

Tommy, contento se fue con Cosme, que había prometido contarle la leyenda de la isla.

 

– Acompáñame querida, – pidió Lupe – te mostraré tu habitación.

– Gracias Lupe.

– De nada, es un placer tener una visita femenina de vez en cuando, así que, si me lo permites, no te dejaré en paz hasta que te vayas de la isla.

– Bien. Lo tendré en cuenta.

– Tengo que reconocer que, al principio, cuando te vi, pensé que me ibas a dar problemas.

– ¿Problemas? ¿Por qué?

– Porque – se explicó Lupe entrando en la habitación – se te nota a leguas que eres una mujer de clase alta, y para mí, eso es sinónimo de cómoda e inútil…creí que eras una prisionera o algo así, pero cuando bajaste del barco de la mano de Tommy y Guillo te abrazó, caí en la cuenta de que tú no podías ser así, ellos no te aceptarían.

– ¡Vaya!

– No me lo tomes a mal, prefiero ser sincera, pero es que estoy acostumbrada a lidiar con mujeres que se creen superiores sólo por tener título y dinero, y no estoy dispuesta a aceptarlo.

– Lo entiendo. – disculpó Andrea – No te preocupes, Lupe, agradezco mucho que seas sincera.

Y continuaron la conversación durante casi una hora mientras Guillo e Isabella se iban a la habitación.

 

Ella se metió en la cama esperando disfrutar de la atención de su acompañante, pero el hombre se metió en la cama de espaldas a ella, sin hacerle el más mínimo caso.

– Guillo. – llamó ella abrazándole.

– Isabella duerme, mañana será un día duro y quiero descansar.

Ella, enfadada se dio la vuelta y se dispuso a dormir.

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2 respuestas a “Forbantes. La Novela Completa

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  1. Preciosa novela romántica de quinceañera fantasiosa… (palabras de la autora)
    He disfrutado y me he asombrado con todos los detalles (no solo los técnicos).

    Conozco a la autora y quiero felicitarla, soy amante del género ¨policiaco¨ y hacía muchos años que no leía aventura, he vuelto a los tiempos de Verne, Conrad, Kipling, …
    Romántica, amena, final a la altura de las circunstancias y una puerta abierta ¿será cierto que esta basada en el diario de su abuela Andrea?

    Gracias Condesa ha sido un placer leer su novela.

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    1. Paquita, primero que todo decir que conocerte ha sido y es un auténtico placer.
      Segundo, que tus palabras siempre son música para mis oídos, pero en este caso me has sacado los colores jeje.

      Me alegro muchísimo de haber podido recordarte aquellos tiempos de aventuras y autores increíbles y mágicos, de que la novela haya sido de tu gusto y de que no pertenezcas a la legión de seguidores que quieren asesinarme por escribir ese final jajaja.

      Por todo, gracias, gracias, gracias. Es un placer escribir para personas bellas como tú.

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