Forbantes. La Novela Completa

13 de Septiembre de 1723

A primera hora del día ya la playa era un hervidero: todos los hombres trabajaban duro para acabar el calafateado de la otra mitad del casco cuanto antes.

Unos se encargaban de calafatear el casco, los otros de preparar las tablas que debían sustituir a las que estaban en peor estado y los demás, bajo el mando de Goliat, de transportarlas junto con los barriles hasta donde eran necesarias.

Leoncio seguía luchando por arrancarle la sirena a aquel pedazo de madera, entretanto Gorka y Andrea ayudaban a los demás a aplicar el alquitrán a las tablas, y Evaristo y Guillo hablaban de lo que supondría un abordaje en cuestión de heridos mientras el capitán trazaba los recorridos del barco.

 

A las doce se paralizó el trabajo para comer y, cuando volvieron a retomarlo, Cosme llegó a la playa.

– Guillo, te esperan en la playa de ayer.

– ¿Quién?

– Te esperan…he prometido no desvelar su identidad.

Le parecía extraño andar con tanto secreto, estaba seguro de que era un asunto que nada tendría que ver con ninguno de sus hombres, pero…quizá alguno de los hombres de “Rufino” le había encontrado…no podía ser, se había esforzado en no dejar rastro, pero no podía arriesgarse…

Decidido se colgó el alfanje a la cintura y se encaminó a la playa, no podía poner la isla en peligro, ni a sus habitantes…

Antes de ir pasó por la mansión para poner sobre aviso a sus habitantes, para que el matrimonio estuviese avisado si lo que él sospechaba era cierto.

Después se fue a la cala acompañado por Tommy, cuando estaban llegando iba a desenfundar el alfanje y mandar al niño ocultarse, pero vio una silueta que no se escondía, estaba en pie en medio de la cala.

– ¡Maldita zorra! – exclamó enfadado – Tommy, ve a casa y diles que era una falsa alarma. Sólo era una perra que necesitaba una tunda.

El niño salió disparado hacia la casa.

– Te mandé llamar para que supieses que no me importa lo que me dijiste ayer, si te arrepientes te perdonaré y me quedaré si me lo pides. – le explicó Isabella al verle ir hacia ella.

Guillo se acercó a la mujer, decidido a darle una lección, con él no jugaba nadie y aquella estúpida le había hecho abandonar el trabajo y perder el tiempo por sus tonterías.

 

Después, volvió a la otra playa para reanudar su labor, comprobando que sus hombres no habían parado un solo segundo por la velocidad que llevaba el trabajo. De un rápido vistazo repasó a los marinos, Andrea no estaba…quizá estaba cansada y había ido a la casa…pero Evaristo y Goliat tampoco estaban y Tommy no había vuelto…empezó a preocuparse.

Gorka le hizo señas y se acercó a él.

– ¿Qué ocurre? – preguntó Guillo.

– Creo que deberías ir a la casa, Andrea no está muy bien.

– ¿Qué ha pasado?

– Estábamos trabajando, de repente se puso blanquísima y se desmayó, Goliat se la llevó a casa y Evaristo la está viendo… ¡No sé que ha podido pasar!

– ¿Puedes ocuparte de todo esto? – preguntó inquieto, Gorka afirmó al ver venir a Goliat con cara de nerviosismo – Iré a verla.

Guillo desanduvo el camino y volvió a la mansión. Durante el recorrido fue maldiciendo a Isabella, si aquella impertinente mujer no le hubiese llamado, él habría estado allí cuando Andrea se desmayó, no era justo que Gorka hubiese tenido que cargar con toda la responsabilidad…estaba exasperado, aquella inepta había conseguido sacarle de sus casillas, pero ya había pagado por lo que había hecho, así que decidió pensar en otro tema…Andrea…Otra mujer… ¿Qué le habría pasado? Si fuese otra no lo dudaría, un embarazo, pero en este caso era imposible…

Y, entre pensamientos llegó a la casa, Tommy lo recibió en la puerta.

– Hola, pequeño. ¿Cómo está?

– Aún no lo sabemos. Ven. – y cogiéndole de la mano le llevó al salón.

Allí estaban Eduard, Lupe y Cosme, sus caras de preocupación no hicieron más que aumentar su desasosiego. Nadie se explicaba lo ocurrido. Inquieto, Guillermo salió a pasear por el pasillo en espera de que Evaristo saliese de la habitación de Andrea.

 

A los pocos minutos la puerta se abrió y el médico salió, no le había dado tiempo ni siquiera de cerrar la puerta y darse la vuelta cuando se topó con Guillo.

– ¿Qué le ocurre? – preguntó ansioso el capitán.

– ¡Guillo! ¿Qué pretendes, matarme del susto? – preguntó sobresaltado, pero como Guillo continuaba mirándole impasible prosiguió – Se ha desmayado.

– ¡Eso ya lo sé! ¿Por qué?

– Bueno, no lo sé exactamente, pero, a juzgar por lo que me ha dicho, es probable que fuese por la brea y el alquitrán.

– ¿Cómo? No lo entiendo.

– Guillo, usa el cerebro. – pidió pacientemente – Dice que empezó a marearse al poco de empezar a trabajar por la mañana.

– ¡Malditas sean las mujeres! ¿Y por qué demonios no dijo nada?

– Dice que lo achacó al hambre o a estar bastante tiempo bajo el sol. Cálmate, ¡no quería dar problemas, ya sabes cómo es! ¡No te pongas así! – riñó sonriendo al percibir que su preocupación por ella era mayor que por cualquier otro marino.

– No me pongo de ninguna forma. – se defendió el capitán al notar que había quedado en evidencia – Es que… ¡mujeres! La morena también me ha dado el día…

– Ya, ya. – disculpó Evaristo socarrón – Como te iba diciendo, al parar para comer cesaron los mareos, pero al retomar el trabajo comenzaron más fuertes, al poco rato empezó a notar que se ahogaba y, cuando quiso avisar a alguien, ya no fue capaz y se desmayó. Le han salido pequeños granitos por el pecho y los brazos, así que me decanto por pensar que la brea y el alquitrán le hacen daño.

– Iré a verla. – determinó Guillo.

– No, Guillo, lo que necesita es descansar, no una reprimenda. Además tengo que avisar a Lupe para que le ayude a vestirse y…

– Llama a quien te dé la gana, yo voy a entrar ahí, me da igual si está sin ropa o lleva tres vestidos encima, alguien tiene que darle una lección a esa testaruda…

Evaristo meneó la cabeza resignado y divertido a la vez, aquellos dos no dejarían de discutir nunca…

 

Guillermo entró en la habitación decidido a amonestar a Andrea por no haber dicho que se encontraba mal. ¡Maldita mujer! ¡Malditas mujeres! Siempre hacían lo que les daba la gana.

Al escuchar la puerta que se abría de golpe Andrea, en voz baja, habló pensando que era Lupe.

– Tranquila Lupe, estoy bien. No hace falta que te…- entonces sus ojos se encontraron.

Guillermo cerró la puerta sin apartar sus ojos de los de ella, estaba sentada en la cama, recostada en unos almohadones y cubierta con una manta. Iba a empezar a gritarle, pero antes de que lo hiciese, ella apretó la manta contra sí, el gesto no le pasó desapercibido a Guillo que se acercó al lecho lentamente.

– Estás…estás enfadado…conmigo, ¿verdad? – preguntó Andrea temerosa.

Él negó con la cabeza, la veía tan indefensa allí tumbada en la cama, que se sentía incapaz de gritarle. En cuestión de segundos se le pasó el enfado, se sentó en la cama y le acarició la mejilla con un dedo.

– Debería mandarte azotar por hacer siempre lo que te da la gana. – le dijo en voz baja – Dame una sola razón para que no lo haga.

Ella se quedó en silencio, pensativa…iba a empezar a hablar, pero justo en ese momento se abrió la puerta.

– ¡Guillo! ¿Qué haces aquí? – riñó Lupe – Evaristo me dijo que te había advertido que no entrases.

– Evaristo me dijo que no entrase. – le explicó tranquilamente – No me dijo “No te voy a dejar entrar”.

– ¡Pero querido! – protestó Lupe – ¿Acaso habrías esperado fuera en ese caso?

– No, – le dijo muy serio haciendo sonreír a las dos mujeres – le hubiese apartado de la puerta, pero habría tardado más tiempo en entrar y, a lo mejor, llegabas tú antes y me lo impedías. Me vas a echar, ¿no es cierto?

– Por supuesto. – le dijo riéndose.

Guillo se levantó y se dirigió a la puerta, pero, antes de irse se giró y le dijo a Andrea:

– Recuerda que tú y yo tenemos una charla pendiente, pequeña. – y abrió la puerta mientras ella lo observaba pensativa, justo cuando empezaba a cerrarla, se decidió a decírselo:

– No hay ninguna razón, deberías hacerlo. – Guillo abrió la puerta de todo observándola sorprendido. Se esperaba cualquier cosa menos eso.

– ¡Guillo! – llamó Lupe sacándolo de su asombro – Vete para el salón o a trabajar. No puedo ayudarla a vestirse si tú estás aquí y no podrá venir a cenar después.

 

Guillo salió pensativo, le había dejado anonadado, jamás habría sospechado que ella le daría la razón. Lo había cogido totalmente por sorpresa…balbuceó una disculpa en el salón y se dirigió a la playa.

Estaba seguro de que ahora ella, aunque le había dicho lo que realmente sentía, estaría aterrada pensando que él le daría su merecido…así que comenzó a trazar un plan en su mente…tenía que conseguir que aprendiese la lección…era el plan perfecto, se iba a enterar aquella pequeña rebelde…

Contento, se puso manos a la obra ayudando a sus hombres, aquella misma noche la otra mitad del barco quedó reparado.

A pesar de que ya era tarde, Guillo quería dejar constancia de todo lo que habían hecho aquellos días, así que se dirigió al camarote principal a cubrir el diario de a bordo después de pedir a uno de los marinos que diera aviso en la casa de que llegaría tarde.

Cuando salió del barco ya había anochecido, se dirigió a la mansión, estaba cansado, había sido un día duro. A lo lejos vislumbró una luz tibia, debía ser de la casa…le pareció extraño porque supuso que nadie le esperaría, pero cuando empezaba a aproximarse vio a Andrea que, sentada en el porche, se apoyaba, dormida, en una de las columnas, con Tommy dormitando en su regazo.

Viéndola allí, exhausta, esperándole a pesar de estar débil aún, comenzó a pensar que quizá no debería darle su merecido.

Al escuchar sus pasos Tommy despertó, pero Guillo le hizo una seña para que no hiciese ruido y no despertase a Andrea. El niño obedeció y se acercó a él de puntillas para decirle muy bajito:

– Capitán, tienes la cena en la cocina, aunque seguro que ya estará fría.

– Bien grumete, gracias por la información. Has cumplido perfectamente tu misión, te mereces un buen descanso, así que, ¡a la cama! – le contestó el hombre con un guiño cómplice.

El niño se fue corriendo a la cama, contento, y, al poco rato, dormía como un angelito.

 

Cuando el niño entró, Guillo cogió a Andrea en brazos para llevarla a la cama; ella, al notar el calor de su cuerpo, apoyó la cabeza en su hombro y se pegó a él. El capitán entró en la casa y cerró la puerta empujándola con el cuerpo, pero con el ruido Andrea despertó.

– ¿Qué? – preguntó asustada.

– Hola pequeña.

– Hola. – le dijo tranquila al ver que era él – Lo siento, me dormí, ¡bájame!

– No importa, no tenías porqué esperar, ya avisé de que iba a llegar tarde, ¿por qué no te has ido a dormir?

– Porque estaba casi segura – explicó mientras él la depositaba en el suelo, en la cocina – de que no sabrías calentar la cena.

– ¡Pero bueno! – protestó fingiéndose ofendido – ¿Por quién me tomas? ¡Soy un pirata!

– Pirata no, forbante. – le dijo sonriendo – ¿Qué vamos a hacer mañana en el barco?

– Antes tú y yo tenemos un tema pendiente, ¿recuerdas? – todavía no estaba bien del todo y ya estaba pensando en volver al trabajo, decididamente merecía una lección.

– Ya te di mi opinión. – le contestó un poco temerosa.

– Pero yo no te dije aún lo que había decidido…mañana ven a mi cuarto por la mañana. Mereces un castigo y lo sabes.

– Sí. – asumió resignada reconociendo su culpabilidad.

– Y ahora deja mi cena y vete a la cama.

– Estoy despierta y no tengo sueño, – explicó poniéndole el plato delante – no me importa quedarme a acompañarte, así no cenarás solo.

– Vete a la cama o te impondré doble castigo. – le advirtió burlón.

– Uno, dos, ¿qué más da? Si ya tengo uno no me importa mucho tener otro.

– ¡Vete a la cama! – le ordenó, pero ella se sentó frente a él – He dicho que te vayas a la cama, hazlo o te llevaré yo, pero no será a la tuya precisamente.

Ella no se inmutó siquiera, le miró fijamente y siguió allí sentada.

– ¿Acaso quieres cenar solo?

– ¡Si no te vas ahora mismo y dejas de incumplir mis órdenes tú serás mi cena! – le dijo decidido.

Sabía que Guillo estaba hablando en serio, así que se levantó:

– Está bien, si tanto te desagrada mi presencia me iré.

– No olvides venir mañana.

 

Andrea se fue a la habitación asustada, no sabía qué pensaba hacer Guillo, ¿la azotaría? La verdad es que ella se lo había buscado, pero no creía que fuese capaz de…aunque, ¿de qué no era capaz Guillo?

Se metió en la cama, pero no fue capaz de dormir, estuvo inquieta toda la noche, en oposición a Guillo, que dormía plácidamente con una sonrisa en los labios pensando en el día siguiente…alguien se iba a sorprender de lo que era capaz.

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2 respuestas a “Forbantes. La Novela Completa

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  1. Preciosa novela romántica de quinceañera fantasiosa… (palabras de la autora)
    He disfrutado y me he asombrado con todos los detalles (no solo los técnicos).

    Conozco a la autora y quiero felicitarla, soy amante del género ¨policiaco¨ y hacía muchos años que no leía aventura, he vuelto a los tiempos de Verne, Conrad, Kipling, …
    Romántica, amena, final a la altura de las circunstancias y una puerta abierta ¿será cierto que esta basada en el diario de su abuela Andrea?

    Gracias Condesa ha sido un placer leer su novela.

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    1. Paquita, primero que todo decir que conocerte ha sido y es un auténtico placer.
      Segundo, que tus palabras siempre son música para mis oídos, pero en este caso me has sacado los colores jeje.

      Me alegro muchísimo de haber podido recordarte aquellos tiempos de aventuras y autores increíbles y mágicos, de que la novela haya sido de tu gusto y de que no pertenezcas a la legión de seguidores que quieren asesinarme por escribir ese final jajaja.

      Por todo, gracias, gracias, gracias. Es un placer escribir para personas bellas como tú.

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