Forbantes. La Novela Completa

12 de Septiembre de 1723

Guillo se levantó a las 5 de la mañana, había dormido bien, se levantó y miró a su lado, sabía que ella no se levantaría hasta las doce y, sonriente, salió de la habitación pensando en cómo aquella susceptible mujer se había enfadado.

Se fue a la cocina, el desayuno ya estaba preparado.

– Buenos días.

– Buenos días Guillo, – respondió Lupe – ¿qué tal la noche?

– He dormido bien.

– Vaya, algo me dice que no te gusta la acompañante que has encontrado.

– ¿Sinceramente? Es una pesadilla de mujer.

– No sé quién te habrá hecho cambiar de opinión, – le respondió Lupe irónicamente – porque, en realidad, es exactamente igual que todas las demás, y antes no protestabas.

– ¿Insinúas algo? – preguntó.

– Sabes que no. – respondió ella, convencida de que él sabía a qué se refería.

– Ya…Oye, ¿dónde se ha metido todo el mundo?

– Pues, Tommy, Andrea y Eduard se han ido a la playa y Cosme decidió acompañarles.

– Yo que quería reñirles y ahora va a resultar que el vago soy yo.

– Pues sí. – contestó ella divertida – Pero es mejor así porque quería hablar contigo.

– ¿Ocurre algo? – preguntó Guillo intrigado.

– Pues verás, ayer estuve hablando largo rato con Andrea, y tocamos el tema de su prometido…- el pulso de Guillo se aceleró un poco más de lo normal – Ella tiene miedo y yo le doy la razón: sabes lo cabezota que es ese estúpido y las ganas que te tiene, no parará hasta recuperarla.

– Ya se cansará, sólo es cuestión de tiempo, encontrará sustituta pronto, sólo es un matrimonio arreglado como cualquier otro.

– Te equivocas, Guillo, él ganaba mucho con ese matrimonio, no sólo tendría al Gobernador de su parte, sino que sería su sucesor. Además su honor ha quedado por los suelos por culpa de una simple mujer y…sabe que si la coge a ella también te cogerá a ti porque la defenderás.

– Lo sé, pero estoy preparado para eso.

– Piénsalo bien, Guillo, ya ha mandado dos barcos y, según le han dicho a Eduard, se dirige a Mahajanga para enviar una flota contra ti.

– Lo sé, – contestó Guillo sorprendiendo a la mujer – por eso hemos hecho escala aquí en lugar de en Saint Marie. Sé que va a las Comores a cargar nuevos cañones. Pero no le dejaré llegar.

– ¿Qué quieres decir?

– Voy a salirle al encuentro…jamás cargará esos cañones.

– ¡¿Qué?! – exclamó Lupe – ¿Te has vuelto loco?

– No, es una cuestión de suerte, él quiere mi cabeza y yo la suya, ya veremos quién gana.

– En eso te doy la razón, sois igual de cabezotas, no cabéis los dos en el mismo mundo. Pero, en ese caso, quizá sea mejor que Andrea se quede aquí.

– No lo sé…quizás…

– Bueno, ya lo pensarás, aún hay tiempo. Ahora ve, tienes que preparar el barco si pretendes salir victorioso de esa batalla.

Y Guillo se fue bajo la comprensiva mirada de Lupe que, a pesar de saber que esa era una de las razones que lo impulsaban a actuar, estaba segura de que la razón más importante era otra, otra de la que ni siquiera Guillo parecía ser consciente. Esperaba que algún día la descubriese…

 

Cuando llegó a la playa, ya Eduard y Gorka habían dado las órdenes necesarias para comenzar el carenado. Se dirigió hacia él que, entretenido, charlaba con Andrea mientras ambos observaban a Leoncio escoger la madera para comenzar la talla del mascarón de proa.

– Buenos días. – saludó a los tres.

– Buenos días. – respondió Andrea.

– ¡Buenos días capitán! – saludó el carpintero – Andrea, ¿te importaría ayudarme?

– No, claro que no. – y se fue a su lado.

– Buenos días Guillo, ¿se te pegaron las mantas o fue otra cosa?

– No, fueron las mantas, puedes estar seguro. Por lo que veo te has intentado adueñar de mi barco, viejo lobo, ¿lo echas de menos?

– ¿Intentándolo? Tu barco ya es mío y no es lo único que te he quitado. Aunque puedes estar tranquilo, no lo extraño demasiado, tengo cosas mejores en tierra. Y tú si no las tienes es porque no quieres… – informó haciéndole un guiño cómplice al ver venir a Andrea – Si no te importa voy a seguir explicándole a Andrea cómo se realiza un gran carenado en condiciones. – le reprochó cuando ella se situó a su lado – Así que ponte ¡manos a la obra!

– A sus órdenes capitán. – siguió la chanza Guillo y se dirigió al barco dispuesto a trabajar duro.

  Verás Andrea, lo primero que se hace es vaciar el barco y recostarlo sobre un flanco para reparar primero una mitad del casco y después la otra.

– Pero, entonces…el barco queda desprotegido.

– Sí, por eso el capitán debe escoger bien el sitio en donde se realizará el gran carenado, porque el barco y sus hombres quedarán indefensos en la orilla. Antes, los barcos piratas solíamos arreglarlos en Saint Marie, pero los alguaciles se enteraron de que era nuestra base y se instalaron allí.

– ¿Cómo? Pero si Saint Marie es el lugar de reunión de todas las grandes personalidades.

– Sí, luego de dar caza a muchos piratas, los habitantes de la isla se hicieron muy famosos, un buen ejemplo es el caso de tu prometido, y cada poco tiempo, lo mejor de lo mejor de la sociedad iba a visitarles para tener noticias nuevas, convirtiéndose aquella isla en un burdel de clase alta. – contestó haciendo que Andrea se sonrojase. No pudo evitar entonces reírse a carcajadas aumentando el apuro de la mujer y provocando que los marinos que trabajaban cerca de ellos se girasen para mirarles.

Guillo, que supuso lo que le estaría contando, meneó la cabeza riéndose, entretanto observaba a Andrea que cada vez se ponía más colorada.

– Bueno, a lo que íbamos. – continuó el hombre – El gran carenado se realiza unas tres veces al año.

– ¿Cómo? ¿Entonces os destrozan el barco una media de tres veces cada año?

– ¡Oh no! – rió Eduard – El gran carenado hay que realizarlo porque el casco se daña debido a los percebes y algas que pudren la madera y a los gusanos de mar que agujerean las tablas. ¡Lo que está haciendo Guillo ahora se llamaría inmenso carenado!

– Menos mal. – rió Andrea.

– Sino ser pirata no sería rentable ni para los de clase alta. Ahora los hombres rellenarán los tablones con azuela y calafatearán las costuras.

– ¿Qué es calafatear?

  • Consiste en rellenar los agujeros de estopa que se golpea con un mazo y un hierro de calafate para que quede compacto, después lo embadurnarán con brea y alquitrán, que está guardado en esos barriles, así no se mojará y el barco flotará mejor.

 

Guillo hizo trabajar duro a sus hombres, comieron a la hora habitual bajo el sol, sólo Andrea, Cosme, Isabella y el matrimonio anfitrión almorzaron en la mansión. Por la tarde retomaron el trabajo mientras Isabella dormía la siesta y Andrea iba a pasear con Cosme.

– Ya sabes lo de Guillo, ¿no? – preguntó Lupe a su marido antes de que se marchase – Ha decidido plantarle cara a Ezequiel.

– Sí, ayer me estuvo hablando de la estrategia que tenía pensado seguir para cazar al almirante. Sabe que su barco está en inferioridad de condiciones, así que va a optar por un abordaje sorpresa y la lucha cuerpo a cuerpo.

– ¿Y qué opinas?

– Creo que el abordaje es una idea arriesgada, pero buena. Además, creo que Guillo tiene unas buenas razones para querer verle la cara a ese hijo de perra y partírsela.

– Es una locura, Eduard, lo sabes, por eso estás de su parte. Tú estás tan loco como él.

– Es una locura, pero no va a huir eternamente, Guillo es joven todavía, valiente, inteligente, y…

– ¿Y?

– Y – continuó Eduard – tiene que vencer: por él, por su barco, por su tripulación, y lo más importante…

– Por ella.

– ¡Exacto! Ha prometido a Elías protegerla y Guillo nunca falta a sus promesas sin una buena razón.

 

Pronto comenzaría a anochecer, ya hacía rato que habían acabado con el calafateado de la mitad del casco y Guillo, tras decidir dejar descansar a sus hombres, estaba tumbado en la arena secándose al sol, tras darse un baño. No podía dejar de darle vueltas al tema, quizá lo mejor era dejar a Andrea allí, pero ¿qué pasaría si aquel imbécil lo descubría y decidía ir a por ella antes de plantarle cara a su barco?

Había prometido protegerla, pero estaba casi seguro de que si la dejaba en la isla metería en problemas a sus amigos porque, no sólo descubrirían su paradero, sino que tendrían que defenderse de un ataque seguro…no podía pedirles tal cosa… ¿Y qué iba a hacer? Tampoco le convencía la idea de llevarse a Andrea con él arriesgándose a que resultara herida o, en el peor de los casos, muerta.

Y siguió pensando en ella hasta que la vio aparecer cogida del brazo de Cosme.

– ¡Hola Guillo! ¿Qué tal el baño? – preguntó el muchacho.

– El agua está fantástica en esta zona, deberías probar.

– No me gusta demasiado el mar, le tengo respeto a las olas. – se justificó el muchacho intentando ocultar el miedo que le tenía al mar, mientras Andrea lo miraba cariñosa al ver lo mal que se sentía.

– Entiendo. – disculpó Guillo – ¿A dónde vais? ¿Por qué no os quedáis un rato?

– Vamos para casa. – contestó Andrea.

– Sí, tengo que ir a junto de Tommy, le prometí enseñarle a pescar y debe estar esperando.

– ¿Tú también te vas a volver pescadora? – le preguntó a Andrea con una sonrisa.

– ¡No! – contestó ella divertida – No me gusta eso, yo me quedaré en casa.

– Si quieres puedes quedarte conmigo, yo no voy a nadar más y, pronto regresaré a casa.

– Si no te molesta.

– Claro que no. – negó Guillo.

– Bueno, me voy a buscar a Tommy. – se despidió Cosme.

– ¡Suerte con la pesca! – deseó Guillo mientras Andrea se sentaba a su lado – Tú y yo tenemos una conversación pendiente, estabas diciéndome cuál era tu lugar preferido de la isla, ¿recuerdas?

– ¡Ah, sí! Pues, es una cala que está al otro lado de la isla. Le llaman…no lo recuerdo…es una playa de arena muy fina y aguas claras, casi transparentes, que tiene unas piedras enormes al fondo y está rodeada de unas plantas con las flores más rojas que he visto en mi vida.

– Ya sé cual es…la playa de Casihun.

– Sí, esa es…no recordaba su nombre.

– Eso es porque no conoces su historia, ¿te apetece escucharla?

– ¡Claro que sí!

– Venían Eduard y su tripulación en el “Desolación Negra” cuando, de lejos, avistaron…

– ¡Guillo! – cortó una femenina voz de lejos. Era Isabella que se dirigía corriendo hacia ellos, después de pararse a hablar con Cosme.

– ¡Vaya! – protestó Guillo entre dientes, la mujer llegó a su lado y se sentó abrazándose a él sin dejar de mirar a Andrea – Isabella estábamos hablando.

– No os preocupéis, – contestó Andrea captando la indirecta que le enviaban los ojos femeninos, sintiéndose desplazada – yo no quiero molestaros. Me voy. ¡Cosme, espérame, por favor!

El hombre, que se había quedado esperando suponiendo lo que pasaría, esperó a que la mujer llegase a su altura para, ofreciéndole su brazo, llevarla a casa.

– ¿Y bien? – preguntó Guillo de mala gana.

– La cena está lista y, como no venías… ¿Cuándo vas a irte?

– En cuanto “El Temido” esté listo.

– ¿“El Temido”? ¿Quién es ese, tu socio?

– No, no es mi socio. Anda, vamos a cenar. – le contestó, era inútil, no podía enfadarse con aquella mujer, sólo era una ignorante más, no valía la pena perder el tiempo razonando con ella, así que le pasó el brazo por los hombros y la condujo a casa ignorando su protesta por querer quedarse.

 

Cuando llegaron a la mansión Tommy salió corriendo a recibirles.

– ¡La cena ya está! ¡Rápido! ¡Tenemos hambre!

– ¡Basta! Deja de gritar como un salvaje. – protestó Isabella mientras Guillo la soltaba un poco molesto por su crítica a Tommy – Alguien debería darte unos azotes para enseñarte modales.

En ese momento Andrea salió a la puerta y, al escuchar el comentario de la otra mujer, le pasó un brazo sobre el hombro al niño apretándole contra ella.

– No es un salvaje, es un niño. Ven Tommy, vamos a cenar. – el pequeño se agarró a su mano y se dejó llevar.

– ¿No has ido a pescar mocoso? – preguntó el capitán entrando tras ellos y revolviéndole el pelo a su pequeño grumete.

– No porque ya estaba hecha la cena, pero, a cambio Andrea ha prometido contarme una historia.

– ¡Exacto! Le contaré la historia de la playa Casihun.

– Pero si no la sabes, aún no te la he contado. – protestó Guillo, aunque esperaba complacido que ella le pidiese que lo hiciera.

– Me la contó Cosme cuando veníamos.

   – Ya. – contestó el hombre yendo a ocupar su lugar en la mesa, pero en toda la cena no pudo evitar mirarla y compararla con Isabella bajo las atentas y divertidas miradas cómplices de Lupe y Eduard.

Y cuanto más la observaba menos ganas tenía de meterse en la cama con la mujer morena.

 

Cuando acabaron de cenar y todos los invitados se fueron a dormir, Guillo se quedó hablando con Eduard.

– Sé que es ser desagradecido, Eduard, pero voy a decirle a Isabella que vuelva al pueblo porque no la soporto un día más.

– ¡Ya me estabas tardando! – rió su anfitrión – No te preocupes, a mí no me ofendes en lo más mínimo.

– ¿Seguro que no te parece mal?

– Por supuesto que no.

– Es que me crispa, es demasiado pegajosa, estúpida, simple y…

– ¡Basta, basta! Guillo, ¡por las mechas de BarbaNegra! Es una mujer, ¿qué esperabas? Todas son así.

– ¿Todas? ¿Acaso también Lupe era así? – preguntó el joven para picarlo.

– Todas las mujeres lo son, pero Lupe no es una mujer, es MI mujer.

– ¡Sigues estando tan loco como siempre! – protestó Guillo riéndose.

– La culpa es de ella, – contestó señalando a Lupe que entraba en ese momento en el salón – ella es la que me vuelve loco.

– No protestes, viejo. – advirtió ella besándole en la boca – Te encanta que una mujer sea tu jefa.

– ¿Mi jefa? ¡En mí no manda nadie!

– ¿Ah, no? Pues yo creo que sí, y para demostrártelo esta noche dormirás solo. – contestó la mujer fingiéndose indignada.

– Espera, nena. No quería decir eso.

Y los tres rieron al darse cuenta de que la maniobra de Lupe había funcionado demostrando quién daba las órdenes.

La pareja se fue a su habitación y Guillo hizo lo propio, sabía que lo más probable era que ella le estuviese esperando, pero también sabía que debía ser tajante para quitarse a una mujer de encima. Entró y cerró la puerta.

– Guillermo tenemos que hablar. – le exigió la mujer muy seria.

– Tú dirás. – le contestó, aunque creía saber cuál sería el tema de conversación, siempre era el mismo.

– Desde ayer casi no me has hecho caso y si sigues así me iré al pueblo. No voy a seguir esperando, así que tú verás qué haces, o soy tu pareja o no lo soy.

– Bien, no lo eres. – le dijo, estaba acostumbrado a aquel tipo de discursos, así que se dio la vuelta y, dándole la espalda se dispuso a dormir.

– ¡Espera Guillo! No puedes estar hablando en serio. – le dijo temerosa.

– Mañana volverás al pueblo. – le dijo y ella empezó a llorar mientras se quejaba y gritaba que él sólo la había utilizado para acostarse con ella, era realmente escandalosa. Pero después de un rato, en el que Guillo tuvo que morderse la lengua para no llamarle estúpida, como vio que él no le hacía caso, se calló y se puso a dormir, mientras el hombre daba gracias al cielo por permitir que volviese a reinar el silencio.

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2 respuestas a “Forbantes. La Novela Completa

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  1. Preciosa novela romántica de quinceañera fantasiosa… (palabras de la autora)
    He disfrutado y me he asombrado con todos los detalles (no solo los técnicos).

    Conozco a la autora y quiero felicitarla, soy amante del género ¨policiaco¨ y hacía muchos años que no leía aventura, he vuelto a los tiempos de Verne, Conrad, Kipling, …
    Romántica, amena, final a la altura de las circunstancias y una puerta abierta ¿será cierto que esta basada en el diario de su abuela Andrea?

    Gracias Condesa ha sido un placer leer su novela.

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    1. Paquita, primero que todo decir que conocerte ha sido y es un auténtico placer.
      Segundo, que tus palabras siempre son música para mis oídos, pero en este caso me has sacado los colores jeje.

      Me alegro muchísimo de haber podido recordarte aquellos tiempos de aventuras y autores increíbles y mágicos, de que la novela haya sido de tu gusto y de que no pertenezcas a la legión de seguidores que quieren asesinarme por escribir ese final jajaja.

      Por todo, gracias, gracias, gracias. Es un placer escribir para personas bellas como tú.

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