Forbantes. La Novela Completa

31 de Agosto de 1723

Se despertó después de haber pasado una de las peores noches de su vida, había dormido poco y mal. No quería despedirse así (si es que Guillo se dignaba a despedirse, quizá simplemente le diría: “él te acompañará a la casa”), pero sabía que no podía hacer nada por arreglarlo, por eso se puso su vestido y, haciendo un verdadero esfuerzo consiguió abrochárselo sola. Se peinó y se dispuso a ir al camarote del capitán. Ya todos los marinos que estaban por la cubierta vestían de gala.

Petó en el camarote y entró. Guillermo estaba acabando de vestirse. Ella entró y esperó mirando al suelo, sin atreverse a cruzar sus ojos con los de él. Pero si sintió su mirada despectiva sobre ella.

Mientras se abrochaba la chaqueta y se ponía los gemelos observó que, con aquel vestido azul que hacía resaltar sus ojos, y con el pelo rubio suelto, volvía a ser la auténtica dama de la nobleza que era, le asqueaban las mujeres nobles y allí tenía el más claro ejemplo de por qué, mentirosas, manipuladoras y caprichosas…

Guillo salió del camarote y ni se digno a dejarla pasar ni a sujetarle la puerta, él la acompañaría a pesar de todo, pero no porque quisiese:

– Capitán, debería llevar algún arma, hay militares por todas partes.

– Eso despertaría sospechas Gorka. Si no fuese por todos esos militares no bajaría, puedes estar seguro, pero no puedo pedir a otro que lo haga en estas condiciones. Vamos. – le dijo a Andrea sin siquiera mirarla – Gorka quedas al mando durante mi ausencia, tengo que ir a ofrecerle mis condolencias a Balbina y a darle el dinero. Si notas algo raro zarpad de inmediato sin mí, ya sabes lo que tienes que hacer. – y ofreció su brazo a Andrea, pero ni cuando su brazo reposó sobre el de él la miró.

 

Bajaron del barco y ambos caminaron en silencio por el pequeño pueblo de Mahajanga dirigiéndose a las afueras. Pero no pasaron desapercibidos, hombres y mujeres les observaban con miradas codiciosas que a ninguno de los dos pasaron desapercibidas.

– Guillo, – preguntó Andrea rompiendo el silencio – ¿me…me odias?

Él apretó la mandíbula y siguió caminando sin mirarla, al poco rato, siguiendo un camino de tierra clara rodeado de árboles, llegaron a la puerta de una pequeña casa. Guillo petó en la puerta. Una mujer oronda de blancos cabellos lo recibió emocionada abrazándole y, después, dirigió una mirada de admiración a la joven.

– ¡Mi querido Guillermo! ¿No me digas que vienes tú primero a decirme que por fin has caído? Si es así pienso que tienes muy buen gusto. – exclamó franqueándoles la entrada.

– No te hagas ilusiones, Balbina, nada más lejos de la verdad. – aclaró despiadadamente.

– Pues que pena, porque es un encanto.

– Me alegra que te guste porque se va a quedar contigo.

– ¿Cómo?

– Balbina – se adelantó Andrea, antes de que Guillo volviese a aclarar las cosas de forma brusca, entendía que estuviese enfadado con ella, pero no tenía derecho a pagarlo con aquella pobre mujer – soy Andrea. Elías…no soportó el viaje – explicó con voz suave.

La anciana palideció y se abrazó a ella hecha un mar de lágrimas. Guillo las observó en silencio mientras Andrea acariciaba los blancos cabellos de la mujer intentando consolarla.

– Esto – le dijo Guillermo una vez que ella se hubo calmado – es lo que recaudamos, ya sabes…

Ella cogió la bolsa de doblones de oro y, extrañada por su peso exclamó:

– ¡Guillermo! ¡Elías no tenía tanto dinero, sus cosas no valían tanto!

– Entonces…digamos que le di un sueldo honorífico por sus valiosas enseñanzas. Además ahora tendrás una inquilina más y no sería justo que te pidiese que la acogieses gratuitamente.

– Gracias muchacho. – le dijo Balbina agradecida, con lágrimas en los ojos – ¿Te quedarás a comer?

– Por supuesto, quiero saber cómo van las cosas por aquí.

– Bien, iré a la cocina a prepararlo todo y después…

– Balbina, deja que lo haga Andrea, siéntate, descansa y hablaremos un rato.

Balbina acompañó a Andrea hasta la cocina, el tono de voz de Guillermo no aceptaba réplica. Al llegar a ella le explicó dónde estaban los enseres más básicos y la dejó cocinando, pero no sin antes decirle:

– Discúlpame, pero Guillermo es muy suyo y…

– No se preocupe, – le dijo sonriendo, aunque por dentro le dolía que Guillo la tratase de aquella forma – sé como es.

La mujer se retiró y se fue a la sala. Se sentó en el sillón al lado de Guillo. La conversación durante un tiempo hizo referencia a Elías, su vida, su muerte…Pero luego Balbina decidió darle un giro a la conversación.

– Guillermo… – señaló con la cabeza la cocina, iba a reprenderlo, pero sabía cómo era, así que simplemente negó con la cabeza – no tienes solución.

– Balbina, no seas mala conmigo. – le dijo éste con una sonrisa.

– Entonces tú no seas malo con ella, ¿por qué la humillas así?

– Digamos que era una deuda pendiente… ¿Cuidarás de ella?

– Por supuesto, pero… ¡Oh, Guillermo! ¡Eres incorregible!

– Lo sé, pero necesito que me digas sinceramente si puedes cuidar de ella. Y si sabes a lo que te enfrentas haciéndolo.

– No sólo puedo hacerlo, sino que será un placer. – explicó la mujer – Elías me habló de ella en sus cartas y de su situación con respecto al almirante y todo eso. Es peligroso para una anciana como yo, lo sé, pero mi querido marido, que en paz descanse, me dijo todo lo que ella hizo por nosotros y es lo menos que puedo intentar para devolverle el favor.

– Entiendo que quieras cuidar de ella, Balbina, pero…no sé si hago bien dejándola aquí, te meteré en problemas…

– ¿Y qué piensas hacer entonces? ¿Con quién la vas a dejar?

– No lo sé, Balbina, no lo sé. Pero sabes que el almirante no es tonto y la buscará. Y no quiero que te hagan daño. Elías no me lo perdonaría.

– Sabes que no me harán nada, soy una simple vieja y me fingiré escandalizada por lo que he descubierto.

– No harás eso, tú no eres así. Y si intentan hacerte daño yo no podría llegar a tiempo.

– Ya…pues la ayudaré, si me hacen algo ya he vivido suficiente y, sin mi marido…- su rostro se entristeció por un momento – pero el problema es que no llegarás a tiempo para ayudarla a ella…pobre muchachita…si el almirante la encuentra…

– La comida está lista. – informó Andrea desde la cocina cortando la conversación, pero no el pensamiento de Guillermo, cierto, no llegaría a tiempo para salvar a ninguna de las dos mujeres, a ninguna…

Balbina y Guillermo siguieron hablando mientras comían. Andrea se mantuvo en silencio, dolida por la frialdad con la que la trataba Guillermo. Al acabar, el capitán se despidió.

– ¿Te importaría acompañar a nuestro invitado a la puerta, querida? Yo necesito estar sola un rato. – le dijo la anfitriona intuyendo que los dos tenían cosas que decirse antes de despedirse.

– No se preocupe, lo haré encantada.

Acompañó a Guillo a la salida mientras la mujer se quedaba en la sala. Abrió la puerta y, al ver que él se iba sin despedirse, no pudo aguantar más y se lo dijo:

– ¡Capitán! – ya no se atrevía a llamarle Guillo – Perdóneme por haberle dado tantos problemas. – él se paró y la miró – Gracias por todo lo que ha hecho para ayudarme.

– Cuídate. – le dijo y se fue sin mirar atrás, sintiéndose culpable porque sabía que no la dejaba en un lugar seguro y que las estaba poniendo a las dos en peligro. Pero no sabía qué otra cosa podía hacer.

 

Andrea, apenada, se dirigió a la sala y Balbina la acogió entre sus gruesos brazos. Las dos observaron a Guillermo por la ventana.

– Se hace el ogro – le dijo adivinando lo que pasaba – pero no es malo. Volverá a visitarnos y habrá olvidado el motivo de su enfado.

Pero ni bien dijo esto, cuatro hombres cayeron sobre Guillermo y el quinto, capitán militar, le apuntó con su arcabuz.

– ¡Virgen Santa! ¡Le han descubierto! – exclamó Balbina espantada viéndole forcejear.

– Debo ayudarle, – le dijo Andrea mirándola a los ojos – pero…

– Lo sé, no te preocupes, debes ir con él. – la animó comprendiendo lo que pensaba la muchacha.

Andrea salió corriendo, en su cabeza bullía un plan, iba a jugársela, era lo mínimo que podía hacer por él. Balbina la observó emocionada, era lo mejor que podía haber hecho, Andrea no estaría protegida con ella, Guillermo la cuidaría mucho mejor. Además, no sabía lo que había pasado entre ellos, pero estaba segura de que a Guillermo se le pasaría el enfado.

 

Andrea, decidida, caminó en línea recta hasta el capitán; los seis hombres la observaron sorprendidos y ella, sin más preámbulos, abofeteó al militar.

– ¡Señorita! – protestó éste – ¿Qué diablos está haciendo?

– ¿Qué cree que está haciendo usted, caballero? – se envalentonó al comprobar que, excepto Guillo, ninguno la reconocía.

– ¿Cómo? Estoy haciendo mi trabajo, madame. Creemos que este hombre es un pirata, así que si es tan amable…

– ¿Un pirata? Este hombre – le dijo furiosa – es mi marido y si no ordena a esos hombres que están a sus órdenes que le suelten inmediatamente haré que le degraden. ¡Habrase visto, tremenda desfachatez!

– ¡Oh! ¡Mil perdones caballero! Perdone nuestro error…- dijo humillado ordenando que le liberasen.

Guillermo no se lo podía creer, ¡aquella pequeña embustera se la estaba jugando por él!, pero su rostro serio y enfadado no mostró la más mínima sorpresa a los demás hombres.

– Me preguntó qué habría pasado de no estar mi esposa pendiente…-le dijo enfadado mientras se arreglaba las vestiduras y cogía a su “esposa” por el talle acercándola a él – pero espero que no se vuelva a repetir una confusión como esta o tomaré cartas en el asunto e informaré a sus superiores.

– ¿Estás bien querido? – preguntó Andrea con voz dulce, abrazándose a él como buena esposa.

– Por supuesto, gracias a ti. – le dijo mirándola arrobado mientras le acariciaba la mejilla.

– Perdone mi absurdo error caballero, – dijo el militar como recordándoles que seguía allí – no le reconocí…

– Es natural – cortó Guillermo deseando poner fin a aquella conversación – mi esposa y yo somos ingleses, mi nombre es Sir Guillermo.

– ¿Y qué le trae por aquí Monsieur? – preguntó cortés el oficial.

– Viajábamos a bordo de mi barco cuando uno de nuestros tripulantes falleció y vinimos a ofrecer nuestros respetos a su viuda.

– ¿Le importaría decirnos donde está la casa de la señora para que comprobemos su versión?

– Claro que no. – dijo él tranquilo y le indicó la casa de Balbina.

Dos de los oficiales se dirigieron a la casa.

– ¿Y cómo es que lleva a su esposa a bordo, sir Guillermo? – preguntó de forma impertinente uno de los suboficiales que llevaba un rato observando a Andrea de forma descarada.

– Es usted demasiado curioso caballero, – reprochó Guillo, al que no había pasado desapercibido el interés que aquel hombre mostraba por “su mujer” – mi esposa y yo estamos de viaje de novios y nos gustaría reanudar el viaje lo más pronto posible. – le dijo haciendo un guiño cómplice al capitán. Acto seguido y, aprovechando que Andrea estaba desprevenida, le dio un ligero beso en la boca – ¿No es así querida?

– Claro Guillermo. – le contestó azorada aguantando estoicamente. Sabía que la estaba castigando por su comportamiento en el barco, pero también estaba dejando claro que era su mujer y no permitiría que le pusiesen una mano encima, así que decidió soportar sus ataques.

– Sentimos las molestias causadas, Sir – informó el capitán cuando sus subordinados le confirmaron la veracidad de los hechos – por ello, les escoltaremos hasta el barco para evitarles más problemas. Si es tan amable de decirnos el nombre…

– Pero, Guillermo… – comenzó a decir Andrea, no podía volver al barco. Si los escoltaban tendría que irse con él. ¡La tiraría por la borda!

– Se llama “El Britania” capitán, pero verá, como iba a decir mi esposa – explicó mirando a Andrea con una sonrisa encantadora – todavía tengo que hacer acopio de provisiones y demás, por lo que había dejado a mi mujer en compañía de la viuda para ir al mercado y dejarla descansar.

– No se preocupe, de una lista a mis hombres y ellos se las traerán.

 

Así lo hizo y, mientras dos hombres se encargaban de ello, los otros tres los escoltaban hasta el barco. Al llegar a la pasarela Guillermo cogió a Andrea en brazos que, sorprendida al sentirse desequilibrada, se aferró a él.

– No hay duda de que su esposa le adora, Sir. – afirmó el oficial confundiendo el gesto.

– Lo sé. – dijo él con arrogancia mirándola entre provocador y divertido, como retándola a contradecirle – Ahora si no le importa debemos irnos. Gracias por su ayuda.

– De nada caballero, no ha sido nada. – le contestó el oficial cuando sus hombres acabaron de cargar las mercancías en el barco – ¡Que tengan buen viaje! Y cuide de su esposa, hay muchos piratas por estos mares.

Guillermo subió a bordo con Andrea en brazos ante el bien disimulado estupor general. Al llegar a la cubierta la bajó al suelo, pero antes de que a ella le diese tiempo siquiera a pensar en escapar, la abrazó apretándola contra sí.

– Querida, eres un perfecto reclamo – le dijo burlón al oído mientras el barco soltaba amarras y zarpaba – para que los oficiales no sólo nos dejen tranquilos, sino que además nos hagan un favor. Debería venderte en el próximo puerto, pero creo que me serás más útil cerca de mí.

Andrea sintió que le bullía la sangre por las venas, le había salvado la vida y él la humillaba de esa forma ¡Maldito pirata! Abrazados y sonrientes, saludaron al oficial mientras Guillo sentía como las uñas femeninas comenzaban a clavársele en la espalda.

– Cuidado con lo que haces tigresa – le susurró – me has salvado el pellejo, pero no dudaré en tirarte encima de nuestro nuevo amigo si me sigues provocando. – ella ignoró su amenaza, pero él sabía cómo manejarla – ¡Vaya, preciosa! Creo que necesitas otro beso para entenderlo, pero uno más largo. – le dijo mirando posesivamente su boca al tiempo que la apretaba más contra él.

Sabía que era capaz de hacerlo, así que, sumisa, se resignó a obedecerle y cesó la presión de sus uñas sobre la piel masculina. Guillermo sonrió y se apartó de ella para dirigirse al camarote. Andrea le siguió, tenían muchas cosas que hablar.

 

El capitán se sentó tras su mesa y la mujer frente a él. La observó en silencio largo rato, y, cuando se disponía a hablar, la puerta se abrió y Tommy entró como un vendaval seguido por Goliat, Maca y Gorka.

– Andrea ¡has vuelto! ¿Te vas a quedar con nosotros? – preguntó el niño, Andrea miró a Guillermo, eso tenía que decidirlo él.

– Así es “Taco”. – respondió éste.

– ¿Por qué le llamáis así? – preguntó Andrea extrañada.

– Porque es tan pequeño que si lo lanzásemos al agua a los tiburones no les alcanzaría ni para hacer un bocadillo, sólo les da para hacer un taco. – explicó Maca mientras los demás se reían. Andrea les observó, a pesar de estar rodeada por hombres rudos, incluso crueles, se sentía más en familia que cuando estaba en su propia casa.

– Y bien capitán, – preguntó Gorka – ¿A qué se debe la escenita del embarque? Porque vaya susto nos llevamos al veros venir escoltados.

– Pues verás, dejé a Andrea en casa de Balbina y, cuando regresaba iba tan absorto en mis pensamientos que no me di cuenta de que me esperaban los oficiales, me cogieron por sorpresa y me prendieron. Pero mi adorable esposa salió en mi defensa y nos permitieron reanudar nuestro viaje de novios. La cogí en brazos para que resultase más creíble y por si se le ocurría escapar.

– ¡Cómo! – exclamó Maca incrédulo – ¿Y se lo creyeron?

– ¿No te lo creerías tú si vieses venir a una bonita mujer corriendo hacia ti furiosa y te diese dos bofetadas al tiempo que te llamaba de todo por prender a su marido? Y si además te amenazase con informar a tus superiores y degradarte no lo dudarías ni un instante. – le explicó Guillo sonriendo.

– ¡Eso es una mujer con carácter, capitán y lo demás son cuentos!

– Modérese Gorka, está consiguiendo que mi esposa enrojezca. – le aconsejó observando el rubor que cubría las mejillas femeninas.

– Fue una suerte que estuvieses cerca de ella. Pero, ¿cuál es el plan ahora? – preguntó el contramaestre.

– Vuelven los problemas… – pensó en voz alta Guillo, pero al ver que el rostro de Andrea se ensombrecía continuó – pero la tripulación tendrá que aceptar que mi esposa es una más y, dado que sólo hay un hombre que no está de acuerdo… le mantendremos ocupado y lejos de ella.

– ¿Qué quieres decir? ¿No sería mejor que en lugar de apartarla de ellos la pegases a ti? – preguntó Maca.

– Umm, quizás. – asintió pensativo Guillo – Andrea, dejarás la cocina y serás mi ayudante. Ahora Maca ya sabe cocinar y Goliat y Tommy le ayudarán. Gorka, encárgate de darle trabajo extra disimuladamente a Goretti para que esté entretenido cuando Andrea esté sola. ¿Todos de acuerdo? – nadie se quejó, ni siquiera Andrea – ¡Pues a trabajar!

– Capitán – preguntó Tommy mientras todos salían – ¿ella seguirá durmiendo con nosotros?

– No lo sé Tommy, – respondió pensativo – pero si a lo que te refieres es a si seguirá contándote una historia cada noche…no lo dudes, por su culpa mis mejores hombres han dejado de jugar a las cartas y a los dados.

– Gracias capitán. – dijo y salió corriendo.

 

Andrea y Guillo se quedaron de nuevo solos en el camarote.

– Supongo que debería darte las gracias. – dijo Guillo reanudando la conversación que iba a empezar antes de que entrasen los demás.

– No hace falta, – contestó ella mirando al suelo – bastante haces con permitirme que vuelva, a pesar de…todo.

– No te lo permito, la verdad es que no me quedó más remedio. – replicó él sonriendo – Eras tú o el oficial…La cena estará lista dentro de poco y hoy dormirás aquí – ella lo miró recelosa – ¡porque yo haré el turno de noche! ¿Cuándo empezarás a confiar en mí? ¿O es que vamos a volver a las andadas?

– No, pero…lo siento…norma número dos.

– Ya que parece que aceptas enrolarte en mi barco, mañana te traeré tu nuevo uniforme. – informó ignorando su último comentario – Y aunque estés sola no te preocupes. Nadie entrará en mi camarote a molestarte mientras yo esté a bordo del barco. El vestido guárdalo aquí, en el camarote, puede servirte más adelante ¿entendido?

– Si.

– ¡Vaya Andrea! Es la segunda orden del día que cumples sin rechistar. ¿Estás enferma, mi querida esposa?

– ¡Deja de llamarme así! – le dijo molesta.

– Eso ya está mejor. – contestó Guillermo y se reía mientras salía del camarote.

 

Al poco rato volvió al camarote con la cena para los dos. Después de una silenciosa cena, Guillermo se preparó para su turno. Se quitó la chaqueta y la camisa y las dejó sobre la mesa. Andrea se levantó y se dispuso a doblarle la ropa, pero al acercarse a él pudo ver el tatuaje que tenía en la espalda: era un ser bello, aunque extremadamente delgado. Sus piernas le cubrían la columna vertebral y los pies acababan en la parte media de la espalda, mientras que las alas le cubrían los hombros, alas que, desplegadas, contrastaban con el ser que se hallaba encogido como autoprotegiéndose.

– ¿Qué significa? – preguntó intrigada mientras le doblaba la ropa.

– ¿Qué te sugiere? – interrogó curioso.

– Pues…a primera vista es bello…y sus alas implican libertad…pero su postura y su extrema delgadez…me inspiran compasión…parece que está sufriendo…pero…su expresión…

– ¿Su expresión? – animó a continuar, empezaba a pensar que aquella mujer no era tan tonta como él había pensado, era una de las pocas que iba más allá del dibujo.

– Es difícil de explicar, el sufrimiento que padece…no es que le guste, pero…parece que está decidido a continuar sufriendo…como si…no sé, como si fuese inevitable y se resignase.

Él se giró sorprendido mirándola a los ojos, pero ella no parecía estar bromeando, ni repitiendo algo que le hubiesen contado. Nadie había comprendido nunca el significado de aquel tatuaje en su totalidad. Mucho menos una mujer, pero ella…

– ¿He vuelto a meter la pata? – preguntó al no comprender el significado de su extraña mirada que indicaba sorpresa – Lo siento…

– No podías haberlo definido mejor – le dijo sonriendo mientras luchaba por controlar el deseo y la curiosidad que sentía por adueñarse de su boca.

– Pues lo habré definido bien, pero sigo sin entenderlo. ¿Cuál es su historia?

– ¿Cómo? ¿Su historia?

– Si, los demás hombres que tienen tatuajes me han contado que cada dibujo tiene su historia, un significado especial para quien se lo tatúa.

– Quizá algún día te la cuente…Ahora ya es tarde y tengo que trabajar.

Iba a ponerse el jersey, pero ella se lo impidió para volver a contemplar el tatuaje.

– A pesar de todo es muy bello. – puntualizó ella.

– Si, pero no olvides que está rodeado de sufrimiento. – le recordó mientras se ponía el jersey – Y ahora ¡a la cama!

– ¿Puedes…puedes ayudarme? – le preguntó tímidamente.

– ¡¿Qué?! – exclamó, aquello era demasiado, si Dios existía estaba claro de que se divertía poniéndolo a prueba.

– Es que…no puedo desvestirme sola, antes me ayudaba Elías, pero…Sólo tienes que desabrocharme el vestido y el corsé, no es difícil, pero no llego…

– Lo sé, lo sé, no eres la primera mujer a la que le quito la ropa, pequeña.

Ella se sonrojó ante la referencia. Guillo se acercó a la cama y comenzó a desabrocharle los botones y, después, los enganches del corsé. A pesar de los moratones, su piel era extremadamente suave y él no podía evitar rozarla al soltar los lazos del corsé. Jamás había tocado a una mujer así, tan frágil y virginal, y, si la interminable hilera de enganches para el lazo no se acababa pronto, no conseguiría resistir la curiosidad…ni la tentación.

– Ya está. – dijo aliviado, al fin había acabado la tarea, tenía que salir de allí o la tumbaría en la cama y nadie podría…

– Gracias. – le contestó interrumpiendo sus pensamientos.

– Duerme. – y salió del camarote dispuesto a olvidar aquella endemoniada curiosidad.

Páginas: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26

2 respuestas a “Forbantes. La Novela Completa

Add yours

  1. Preciosa novela romántica de quinceañera fantasiosa… (palabras de la autora)
    He disfrutado y me he asombrado con todos los detalles (no solo los técnicos).

    Conozco a la autora y quiero felicitarla, soy amante del género ¨policiaco¨ y hacía muchos años que no leía aventura, he vuelto a los tiempos de Verne, Conrad, Kipling, …
    Romántica, amena, final a la altura de las circunstancias y una puerta abierta ¿será cierto que esta basada en el diario de su abuela Andrea?

    Gracias Condesa ha sido un placer leer su novela.

    Le gusta a 1 persona

    1. Paquita, primero que todo decir que conocerte ha sido y es un auténtico placer.
      Segundo, que tus palabras siempre son música para mis oídos, pero en este caso me has sacado los colores jeje.

      Me alegro muchísimo de haber podido recordarte aquellos tiempos de aventuras y autores increíbles y mágicos, de que la novela haya sido de tu gusto y de que no pertenezcas a la legión de seguidores que quieren asesinarme por escribir ese final jajaja.

      Por todo, gracias, gracias, gracias. Es un placer escribir para personas bellas como tú.

      Me gusta

Deja tu opinión

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Crea una web o blog en WordPress.com

Subir ↑