Forbantes. La Novela Completa

28 de Agosto de 1723

Se despertó a las 8, apartó la colcha y se levantó. Esa noche habían entrado en el canal de Mozambique y sabía que tenían que ir con precaución debido a la multitud de bancos de arena que tenía la zona, pero ya había advertido a sus hombres. En eso estaba pensando cuando abrió la cortina y la vio allí. Estaba contemplando el mar por la ventana del camarote.

– ¿Hola?

– Hola – respondió ella girándose – ¿tienes un momento? Necesito hablar contigo.

– Claro, ¿llevas mucho rato esperando?

– Un poco, pero no importa.

– La próxima vez despiértame. – le indicó, entonces se dio cuenta de que estaba preocupada – ¿Algo va mal?

– Creo que Elías…no está demasiado bien…duerme muy mal por las noches y…tiene mala cara – le explicó tanteando el terreno.

– Lo sé, ayer estuve hablando con él acerca de eso.

– Hoy…hoy no ha podido levantarse de la cama y…aunque no quiere que te avise…creo que deberías saberlo porque…porque…él está muy mal. – y su voz se quebró en un sollozo.

– ¡Eh! Tranquila pequeña. – le dijo él en voz baja cogiéndole las manos – A él no le gustará verte así. Ven, vamos a verle.

Cuando entraron en la contracubierta, Goliat, Tommy y Evaristo  se encontraban al lado de la hamaca de Elías.

– ¡Traidora! ¡Se lo has dicho! – sonó la débil voz del anciano.

– Por supuesto que me lo ha dicho. – respondió Guillermo en voz baja – ¿Acaso pretendías ocultármelo, viejo loco?

– Claro que sí. ¡No soy un enclenque debilucho!

– Eso es verdad, pero todos podemos enfermar Elías. – le dijo Goliat mientras Andrea le acariciaba la escuálida mano.

– Pequeña, no te preocupes, pronto me pondré bien. – le mintió Elías en un intento desesperado por consolarla – Ve a la cocina y prepárales una rica comida o protestarán.

– Claro Elías. – le dijo, y se fue haciendo un esfuerzo por controlar las lágrimas, después de darle un beso en la mejilla, seguida por Tommy y Goliat.

– Me quiere mucho, ahora ya no tiene a nadie más, – le dijo a Guillo cuando se quedaron solos – le va a doler.

– A todos nos dolerá Elías, has sido un gran marino y eres un gran hombre. – le dijo Guillo apenado, aún recordaba aquellos primeros años en los que Elías le había apoyado ciegamente.

– No la dejes sola ¡nunca! Lo va a pasar muy mal ¿lo harás?

– No te preocupes por eso, cuidaré de ella tan bien como ella ha cuidado de ti. La dejaré ilesa con Balbina y me comprometo a visitarlas de vez en cuando a ver cómo les va. Te doy mi palabra.

– Gracias Guillo. Ahora ya puedo morir tranquilo.

 

Poco después el capitán ordenaba cambiarlo de sala y se quedaba con el anciano toda la tarde. Los demás marinos amigos del viejo, le visitaban cada vez que su trabajo les dejaba un rato libre.

Maca hizo la cena para que Andrea pudiese estar con su antiguo maestro, pero después de pasar allí 10 horas y, presintiendo que se acercaba el final de la agonía, Guillo le ordenó que se fuera a dormir. Goliat la acompañó a la cocina donde, entre los dos, recogieron todo y, cuando una hora después la vida abandonaba el cuerpo de Elías en el último suspiro, Tommy corrió a buscarles para avisarles.

Al no hallarlos en la contracubierta se dirigió a la cocina, allí les dio la nefasta noticia. Andrea no pudo aguantar más y, sentada en el suelo, con la cara escondida entre las manos, comenzó a llorar. Goliat y Tommy, apenados no sabían qué hacer.

Aquella conmovedora escena sucedía a la vez que Evaristo, Maca, Basilio y Leoncio se encargaban de amortajar el cuerpo según la tradición: envuelto en su hamaca que era cosida tras introducir dos bolas de cañón dentro. Al día siguiente se celebraría el funeral.

El capitán se dirigió a la contracubierta a comprobar cómo estaba Andrea. Preocupado al no encontrarla iba a encaminarse a su camarote, pero en ese momento llegaron Tommy y Goliat. Éste último traía a Andrea en brazos, dormida, la depositó en la hamaca y el capitán la arropó. Le cerraron las cortinas y todos se fueron a dormir.

…

Páginas: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26