Forbantes. La Novela Completa

8 de Septiembre de 1723

Guillo se levantó temprano y, con ayuda del agua helada, consiguió que le bajase la hinchazón lo suficiente para que, cuando salió a la cubierta, su hombro dañado pasase desapercibido a ojos de la tripulación, aunque no lo hiciese ante la inquisidora mirada de Andrea.

Cuando el capitán fue a la cocina a llevar el vaso de su desayuno, Andrea le pidió:

– Guillo, tienes el hombro hinchado, deja que te cambie las vendas.

– No está hinchado y si lo está es mi problema. Ya me las cambió Evaristo. – y como su tono sonó a reproche ella no insistió.

– ¡Barco enemigo a babor! – estalló una voz quebrando el silencio – ¡Capitán! ¡Barco enemigo a babor!

Guillermo salió a la cubierta seguido por Andrea, que estaba casi segura de que aquel barco significaba problemas por culpa de ella.

No falló la mujer en sus predicciones:

– Es un barco de la marina francesa – informó Guillo – pero esta vez es una fragata ligera, ¡todo el mundo a sus puestos! ¡Echad el ancla y preparaos para el ataque!

   – ¿Atacar? – preguntó Gorka.

   – Sí, ellos han echado el ancla y la bandera indica que no quieren negociar, la quieren a ella y a nuestras cabezas. – y señaló resentido a Andrea que, avergonzada, agachó la cabeza – Nos dan de plazo hasta mediodía para rendirnos.

   – Guillo ¿podemos hablar en privado? – preguntó ella en voz baja.

– Está bien. Gorka al mando, vengo ahora. – el hombre obedeció y ellos entraron en el camarote.

 

– Siéntate, por favor. – pidió en voz baja y se dirigió al baño.

– Si vas a decirme que quieres irte con tu prometido ahórrate los paseos. – le dijo para molestarla, estaba crispado, seguía culpándola por la mala noche que había pasado, sabía que era un comportamiento infantil, pero no podía evitarlo – Dímelo y evitaremos muchos cañonazos.

– Guillo, no sé por qué estás enfadado conmigo, pero…- dijo ella sin hacer caso a sus provocaciones, pero sabía que había pasado una noche horrible porque sus ojeras lo delataban y estaba enfadado por la persecución a la que se veía sometido por su culpa. Por eso aguantó sus burlas estoicamente y salió dispuesta a vendarle el brazo.

– ¿Qué crees que vas a hacer? – le espetó levantándose.

– Cambiarte las vendas.

– Te he dicho que no. – le contestó enfadado.

– Y yo te digo que sí. ¡Siéntate y deja de hacerte el mártir!

– ¿Pero tú que te has creído? – le contestó furioso, había perdido el control – ¡A mí no me da órdenes una simple y estúpida mujer!

– ¡No soy estúpida Guillermo! ¡Te he dicho que te sientes! – le gritó ofendida – ¡No podrás pelear así!

– ¿Y quién te dice que voy a pelear? ¡Debería entregarte! ¡No sé por qué me tomo tantas molestias contigo! Podrías ser una estúpida mujer normal y quedarte en casa de tu marido teniendo hijos, pero no, ¡tú prefieres ser la zorra a la que todos buscan para meter en su cama!

– ¡Maldigo el día que me subí a tu barco, egocéntrico bastardo! – le gritó, se sentía ultrajada y sabía que esa era la única forma de herirlo, pero al momento de decirlo se arrepintió, cuando él, furioso, se abalanzó sobre ella y la empujó contra la pared.

– ¿Así que soy un egocéntrico bastardo? Razón tienes, pero ahora te enseñaré lo que un bastardo le puede hacer a una cortesana como tú. – y le arrancó el pañuelo del pelo al tiempo que le desabrochaba el cinturón que cayó al suelo. Ella aterrada empezó a llorar.

– ¡Lo siento! ¡No quería decir eso! ¡Sabes que no! – le dijo sin poder levantar la vista del suelo mientras las lágrimas le surcaban las mejillas. Guillo la cogió por la cintura y se pegó a ella besándola de forma salvaje, una disculpa no le serviría de nada. Andrea, aterrada apartó la cara – ¡No por favor! ¡No hagas como él! ¡No seas como él! ¡Tú no!

Guillermo, al escuchar sus palabras reaccionó y la miró captando el miedo en sus ojos, subió una mano y, agarrándole el mentón, la obligó a mirarle.

– No eres una prostituta, lo siento. Perdóname. – le susurró en voz muy baja al darse cuenta de que ella estaba aterrorizada – No voy a hacerte daño, a ti no. – y la besó de nuevo, pero esta vez de forma suave y tierna; Andrea, sorprendida por su cambio, dejó de llorar, incluso le dejó hacer y se agarró a él.

Guillermo, al notarlo se apartó y Andrea, avergonzada cogió de nuevo el cuenco con agua sin atreverse a mirarlo. Él, sumiso, se sentó en la silla quitándose la camisa. La mujer le limpió la herida, le masajeó el brazo calmando un poco el dolor y bajando la hinchazón y se lo volvió a vendar.

– Guillo – le dijo mirándolo a los ojos – no vuelvas a hacerlo por favor.

– ¿El qué? ¿Intentar llevarte a la cama o besarte?

– Ninguna de las dos cosas. – le contestó ella muy seria.

– Andrea – le dijo sincerándose – no volveré a intentar forzarte porque no quiero que vuelvas a compararme con tu amiguito…pero no vuelvas a provocarme… – la mujer lo miró agradecida – En cuanto a lo del beso ¡júrame por tu honor que el último no te gustó y no volveré a hacerlo!

– Lo juro.

– Está bien. – ella iba a salir del camarote, pero entonces él se dio cuenta – ¡Eh, espera! El juramento no es válido, tú dijiste que ya no tenías honor. – sonriendo se dio cuenta de que ya Andrea se había ido para evitar escucharle.

 

Cuando Andrea entró en la cocina el pequeño Tommy se echó en sus brazos.

– ¡Buenos días Tommy! ¿Has dormido bien?

– Buenos días. Sí, mira, he dormido como un tronco y…y tú…has llorado ¿verdad? – preguntó preocupado, y como ella guardaba silencio añadió – ¿Por qué has llorado Andrea?

– Por nada, Tommy…por tonterías…estaba un poco triste acordándome de nuestros amigos Elías y Maca, y como estaba sola me sentí mal y me dio por llorar.

– ¡No estés triste Andrea! Yo no quiero que llores, ellos ya no están, pero nosotros te queremos mucho y no queremos que estés triste. – le dijo el niño, aunque no estaba muy convencido de la versión que ella le había dado.

– No te preocupes, ya no estoy triste. ¿Has desayunado?

– Vine a la cocina para contarte una cosa de la que me he enterado hoy… ¿te acuerdas de la piel de pantera?

– Sí, claro. ¿Qué ocurre con ella?

– Goliat me contó que el capitán le dijo que iba a ser un regalo para una mujer muy especial. ¿Crees que tendrá una novia en las Seychelles? ¿O será para ti?

– ¿Para mí? ¡No! – exclamó sorprendida, tanto por la pregunta del niño como por lo que éste le había contado – Seguramente tendrá una novia, a lo mejor está pensando en celebrar su boda, ya está en edad casadera.

– Edad casadera… ¿qué es eso?

– Pues…es la edad normal a la que un hombre o una mujer se casan para formar una familia. El hombre se suele casar a mayor edad porque, para eso, tiene que tener un trabajo estable con el que pueda mantener a su familia.

– Pero el capitán es pirata, eso no es un trabajo que se pueda decir.

– Pero tiene dinero, y a lo mejor está pensando en dejar a alguien al mando y nombrarle capitán.

– No creo, el capitán dijo que ninguna mujer le haría renunciar a su barco.

– Ya lo sabremos al llegar. – le dijo Andrea – Si es que salimos de esta.

– Ese barco no es problema para “El Temido”. – dijo el pequeño orgulloso mientras salía de la cocina y se dirigía al camarote del capitán.

 

– Capitán, ¿puedo hablar contigo? – le preguntó entrando y cerrando la puerta.

– Sí claro, pasa Tommy. – le indicó el capitán extrañado, el niño no solía acudir a su camarote fuera del horario de clases a no ser que estuviese muy preocupado – ¿Qué ocurre?

– Capitán, Andrea está muy triste y sé que estuvo llorando. Ella me dijo que…- Guillo sintió una punzada de culpabilidad aguijoneando su conciencia – que estaba triste por Elías y Maca, pero yo creo que no es por eso.

– Entonces, ¿por qué crees que es? – le preguntó sintiéndose todavía más culpable al saber que ella lo había encubierto.

– Yo creo que es…porque no puede casarse. – espetó el niño.

– ¿Cómo? – preguntó el hombre sorprendido, se esperaba cualquier cosa menos eso – ¿Por qué crees que quiere casarse y no puede?

– ¡Por lo que me dijo! Capitán, ella es muy buena y muy guapa, deja a la otra mujer que seguro que es tonta, así Andrea no estará triste y no tendrás que irte del barco para trabajar para tu familia.

– ¿La otra mujer? ¿Qué mujer? ¿Mi familia? – Guillermo no comprendía nada y estaba cada vez más anonadado.

– La de la piel de pantera. – y el niño le explicó todo lo que había hablado con Andrea, provocando la risa de Guillo, al entender éste las precipitadas conclusiones de la mente infantil.

– Tommy, ni tengo novia en las Seychelles, ni me voy a casar. No hay otra mujer esperando allí, la piel es para Andrea.

– ¿De verdad? Entonces ¿vas a casarte con ella?

– No Tommy, Andrea no está triste por eso, está triste porque…- iba a decirle la verdad, pero decidió hablar primero con Andrea, no quería dejarla en evidencia delante de Tommy – está asustada porque el barco que nos reta es más grande que el otro.

– Sí, seguro que es por eso, no lo había pensado, pero es verdad…

– Bien, y ahora a trabajar. – animó Guillo – tenemos que hundir ese barco para que Andrea no esté triste.

– ¡Si! Capitán…- le dijo antes de salir – ¿Qué vas a hacer con la piel? ¿Una manta?

– No Tommy, ella necesita un vestido porque el suyo se le rompió y “El Trapos” se lo está haciendo. Pero no le digas nada a Andrea, es una sorpresa. – le contestó sonriente al niño, que salió corriendo impaciente por deshacerse de aquel barco que ponía triste a su mejor amiga.

 

Después de la comida el otro barco dio un cañonazo, era la señal, se les acababa el tiempo, o se rendían o comenzaría la lucha.

Guillo ordenó a Tommy y a Andrea quedarse en el camarote protegidos de las balas del cañón enemigo mientras durase la lucha. Cuando estuvieron dentro, ordenó izar la bandera pirata y Gorka comenzó a gritar las órdenes que daba el capitán:

– ¡Abrid las troneras y alinead las carronadas! ¡Vamos a mandar a esa panda de prepotentes al pañol de Davy Jones!

Andrea que escuchaba las órdenes intrigada miró a Tommy interrogante.

– Las troneras son los sitios por donde salen los cañones, a los cañones pequeños con ruedas se les llama carronadas y lo del pañol de Davy Jones significa que quieren hundir el barco, Davy Jones era un pirata que tenía la manía de hundir todo lo que se cruzaba en su camino. No dejaba nunca botines ni supervivientes, todo iba para el fondo del mar.

Se escuchó un ruido enorme y el barco se resintió zarandeándose al recibir un cañonazo.

– ¡Atención! – bramó el capitán enfadado – ¡Primera andanada! ¡Fuego!

El ruido era ensordecedor, pero a pesar de ello Tommy intentaba hacerse oír.

– Una andanada es cuando todos los cañones de un costado del barco disparan al mismo tiempo. En este barco son capaces de hacer tres andanadas en el menor tiempo posible, nadie más sabe hacerlo tan bien. Después de las tres descargas seguidas los cañones se calientan y traquetean, pero como tres andanadas llegan de sobra para destruir un barco no importa que no funcionen más hasta que enfríen.

– ¿Los hombres no temen quedar heridos como Maca? Después no podrán ser piratas. – preguntó Andrea, y se hizo el silencio.

– Pero si les pasa eso el capitán les tiene que pagar. Son 600 piezas de plata por pierna arrancada y 100 por cada ojo o dedo perdido. Maca no los quiso, prefirió seguir en el barco con nosotros.

– ¡Eso suena horrible! – exclamó pensando en los precios, pero la conversación cesó cuando Guillo abrió la puerta.

– Capitán, ¿ganamos? – preguntó el niño corriendo hacia él.

– ¿Acaso lo dudas, mocoso? Por supuesto que ganamos. Y afortunadamente no hay ningún herido grave, nadie se ha quemado con el cañón y la única bala que le dio al barco sólo dañó un poco el casco. Los hombres van a hacer un pequeño carenado para arreglarlo, ¿por qué no vas a ayudarles? Así te contarán las caras de terror de los oficiales al descubrir nuestra triple andanada. Yo tengo que hablar con Andrea. – y como le guiñó un ojo, sin que ella lo viese, Tommy salió sin decir nada, contento por saber que el capitán iba a darle el vestido.

 

La mujer estaba muy tensa, avergonzada; ahora que estaba a solas con él se sentía incómoda, y no porque hubiese intentado forzarla, sino por la forma en que se habían besado. Era absurdo, pero todavía recordaba sus labios sobre los de ella y aquella sensación la turbaba haciéndola sentir terriblemente mal.

– ¿Qué es un pequeño carenado? – preguntó levantándose de la silla y dándole la espalda, mientras miraba por el ojo de buey para ocultar su desasosiego.

– Es una maniobra de reparación. – explicó acercándose a ella – Se distribuye todo el lastre en un lado del barco para elevar el flanco contrario e impedir que entre agua mientras cambian las tablas dañadas. Pero no he venido a hablar del carenado, – le dijo, y acto seguido apoyó la cabeza en el suave hombro femenino para susurrarle al oído – he venido para pedirte perdón porque ayer me porté como un animal contigo.

– Olvídalo Guillo, no importa, no pasó nada. – le dijo, aunque estaba agradecida porque él se había disculpado – Además no fue sólo culpa tuya, yo no tenía que haberte dicho aquello.

– Si que importa y eso no es cierto. – le dijo apretándola contra sí – La culpa fue mía porque no supe controlar mi enfado y no tenía razones para comportarme así contigo.  Voy a decirle la verdad a Tommy.

– ¡No! – ella se giró en sus brazos encarándose con él – ¡No lo hagas! Eso ya está olvidado, él no lo entendería y se enfadará contigo.

– Pero…

– Si se lo dices no te lo perdonaré.

– Está bien. – concedió contrariado – Aunque debería haberlo hecho ya, al fin y al cabo él me contó lo de la piel de pantera y la boda.

– ¡¡Qué!! – exclamó sonrojándose avergonzada.

– Sí, – explicó sonriendo – vuestra conversación completa. Ven, quiero que lo veas, a ver qué te parece.

Guillo la cogió de la mano y la llevó hasta la cama, abrió la cortina y Andrea pudo observar el vestido: era negro, hecho con la piel de pantera, con un bonito escote y entallado. Era una prenda sencilla, pero muy elegante al tiempo.

– ¿Crees que le gustará a ella? – preguntó Guillermo sonriendo.

– Seguro que sí, es muy bonito. – le contestó apenada, si Guillo se casaba y abandonaba su puesto quizá la echasen de “El Temido”, por eso preguntó temerosa – ¿Abandonarás el barco cuando te cases con ella?

– ¿Acaso me estás proponiendo matrimonio? ¡Qué yo sepa eso lo hacemos los hombres! – se burló mirándola divertido.

– ¿Qué quieres decir? – le preguntó sorprendida por su comentario.

– Quiero decir que es para ti, pero no recuerdo haberte propuesto matrimonio.

– Pero…tú dijiste que era para una mujer especial y…yo no soy…

– ¿Especial? – preguntó él – ¿No lo eres? ¿Crees que una mujer cualquiera desgarraría en jirones el forro de su vestido azul, el único que tiene, para hacer unas vendas suaves para el hombro de un pirata? ¿O creías que no me iba a dar cuenta?

– Yo…no puedo aceptarlo. – estaba doblemente sorprendida, no se esperaba aquel regalo, pero mucho menos que Guillo se diese cuenta de que había roto su vestido para hacerle las vendas – Eso es muy valioso, además yo no lo necesito, tengo el otro, puedo arreglarlo…

– Deja de decir tonterías y escúchame. – protestó el capitán cortando sus razonamientos – Vamos a ir a las Seychelles a hacer un gran carenado y después nos dirigiremos a la Isla de Saint Marie. Allí los hombres bajarán al puerto a buscar mujeres y tú…

– Lo sé, me quedaré en el barco, esta vez no quiero que nadie se quede conmigo, sólo Tommy, no daremos problemas, nos esconderemos en el barco, lo prometo. – le dijo muy seria.

– No, llevas mucho tiempo en el barco y eso no es bueno. Tú vendrás conmigo y quiero que te pongas ese vestido porque iremos a casa de un viejo amigo al que le gusta presumir de sólo admitir ricos en su casa. Te demostraré que la leyenda de que los piratas no sabemos bailar es mentira.

– ¿Contigo? Pero tú también necesitas…- bajó la vista mientras se sonrojaba al hacer aquella alusión.

Él riéndose le levanto la barbilla con una mano.

– Podré sobrevivir sin “eso” un tiempo. – e hizo una cómica mueca – ¿Te lo pondrás y vendrás conmigo?

– Sí, claro que sí. Gracias. – y le dio un fugaz abrazo.

– Ahora debes ir a hacer la cena. – le dijo permitiendo que se apartase de él – Los hombres desean celebrar la victoria. Yo guardaré el vestido aquí.

Ella salió y Guillo se quedó pensando en cómo aquella mujercita conseguía ablandarlo. Era increíble lo que podía conseguir la atracción, porque la deseaba, eso lo sabía y, aunque no había querido reconocerlo nunca, tampoco podía negarlo (quizá a los demás sí, pero no a sí mismo).

 

Un par de horas antes de la cena Gorka entró en el camarote tenso,  eso sólo podía significar una cosa.

– Gorka, hay mar gruesa, ¿no es cierto?

– Sí capitán. – respondió el aludido – Las olas alcanzarán los 6 metros de altura en poco tiempo.

– Pero el mar no es lo que te preocupa, ¿verdad? – preguntó Guillo que sabía que su contramaestre sólo temía una cosa.

– Verdad. El cielo empieza a oscurecerse, se acerca una tormenta y creo que nos va a alcanzar en plena noche. – confirmó el hombre – Creo que deberíamos adelantar la cena una hora para estar preparados.

– Sí, avisa a Andrea, que sirva la cena cuanto antes. Reúne a los hombres en cubierta, es necesario que todos estén informados, no quiero bajas ni desaparecidos.

 

Gorka salió y, tras el toque de campana de emergencia, todos subieron a la cubierta de un barco que comenzaba a balancearse más de lo habitual. Andrea corrió a la cubierta de la mano de Tommy que le informaba de que aquel toque significaba peligro.

– El capitán quiere hablarles. – informó Gorka.

– Tengo que comunicar que adelantaremos una hora la cena, ¿podrás hacerlo Andrea? – ella afirmó preocupada – Como podéis notar por la agitación del mar y por lo oscuro del cielo, se acerca una fuerte tormenta; nos alcanzará en plena noche, por esa razón quiero a todo el mundo en guardia y precaución máxima. Como en otras ocasiones encadenaremos el timón para mantener el rumbo y, todo el que esté en cubierta deberá ir sujeto por la soga. Las olas barrerán la cubierta y no quiero bajas. ¿Alguna duda? – nadie hizo preguntas – Espero verles a todos mañana.

– ¡A trabajar! – ordenó Gorka.

 

El timón fue encadenado y las velas recogidas y almacenadas en su lugar. El barco comenzaba a moverse demasiado y Andrea, mientras hacía la cena empezó a preocuparse.

Ella, Tommy y Goliat cenaron en el camarote con el capitán.

– Capitán, ¿crees que resistiremos la tormenta bien? – preguntó Tommy.

– Claro que sí. – le dijo, tanto para tranquilizarle a él, como a Andrea, a la que veía muy nerviosa – Todos los hombres saben lo que tienen que hacer.

– Pero será una noche infernal. ¡Menos mal que la batalla contra la fragata no fue muy dura!

– Tienes razón. – afirmó Guillermo – Los hombres no están demasiado cansados, eso es lo que juega a nuestro favor; Goliat, recoged tú y Tommy en la cocina, ya sabéis cómo debéis amarrar las cosas y después poneos la ropa de aguas.

– Sí capitán. – obedecieron. Andrea se levantó dispuesta a seguirles, pero Guillermo la llamó.

– Andrea…- Goliat comprendiendo cogió el plato de la mujer y salió acompañando al pequeño – casi no has comido. – dijo con tacto.

– No tengo hambre. – explicó girándose hacia él.

– Cierto. – apoyó mientras se ponía el pantalón de aguas sobre el otro – No tienes hambre…tienes miedo ¿verdad?

– Yo nunca he vivido una tormenta…

– No te preocupes, pequeña, – animó mientras se ponía la chaqueta y las botas – saldremos de esta. “El Temido” es grande y fuerte.

– Ya, pero es peligroso… ¿y si…

– ¡Shh! – acalló acercándose a ella – No tiene porqué pasar nada raro, pero si pasa le haremos frente, ¿de acuerdo? No temas, si te quedas aquí no te pasará nada. Te quedarás con Tommy, sentaos en la cama, así no os lastimareis si el barco da un bandazo, aquí estaréis a salvo.

– No es por mí por quien temo. Vosotros estaréis fuera…

– No te inquietes por eso, nosotros sabemos que cuando el cielo y el mar se enfurecen hay que plantarles cara, pero sabemos cómo hacerlo.

Una ola repentina zarandeó el barco y sorprendió a Andrea que, al no estar acostumbrada ni preparada para la embestida, perdió el equilibrio y aterrizó en los brazos de Guillermo, abrazándose a él para no caerse.

– ¡Tú sí que eres un peligro, mujer! – exclamó él divertido abrazándola y la empujó hacia la cama – Me temo que le has cogido afición a caer sobre mí.

– ¿Qué ha pasado? ¿Qué ha sido eso? – preguntó sin dejar de aferrarse a él.

– Ha sido una ola de más de 6 metros. No pasará nada, tranquilízate… ¿estás bien? – preguntó al ver que ella no se soltaba – Andrea…tengo que irme…

– Perdona. – se excusó soltándose de inmediato – Estoy bien.

– Siéntate en la cama. – ordenó al tiempo que Tommy y Goliat entraban en el camarote empapados.

El pequeño se quitó el traje de aguas y corrió a junto de Andrea.

– Capitán, ¡las olas ya barren la cubierta!

– Lo sé. Te dejo al cuidado de Andrea, grumete, ¿podrás hacerlo?

– Claro que sí, capitán.

– ¡Más te vale! – lo amenazó bromista – ¡Cuídala bien! – y se dirigió a la puerta por la que había salido Goliat.

– ¡Guillo! – llamó Andrea y éste se giró sorprendido – Ten…ten cuidado.

– Lo tendré. – le dijo con una sonrisa y se perdió en el aguacero cerrando la puerta.

 

Pero no lo tuvo…

Cuando Guillo cerró la puerta el mar se agitaba con olas que, a veces sobrepasaban los 6 metros, mar arbolada, como la conocían los marineros. Aunque, si bien es cierto que el mar estaba embravecido, todavía no estaba furioso, el capitán lo sabía, y sus hombres también, y todos rezaban para que no se enfureciese. Sin embargo, sus rezos no fueron escuchados…

La cortina de agua que caía del cielo impedía ver a más de un palmo de distancia, pero aquellos lobos de mar conocían el barco como la palma de su mano, cada uno de sus recovecos, de sus clavos, salientes, peldaños y tablas defectuosas estaban gravadas en su mente. Inconscientemente lo habían aprendido al pasar tanto tiempo en el barco, inconscientemente también, lo ponían en práctica en momentos como este. Pero eran muy conscientes de que ese sexto sentido que los guiaba por el barco era lo único que los mantenía con vida.

Porque, mientras Andrea, nerviosa, abrazaba a Tommy cogiéndole en el colo, (porque comenzaba a quedarse dormido), pensando ingenuamente que los hombres estarían bien porque el cabo los mantendría en el barco hasta que cesase aquella horrible tormenta, los marineros sabían perfectamente que, si perdían el equilibrio o daban un paso en falso el cabo no serviría de nada si no tenían a un compañero cerca. Si uno de ellos resbalaba y nadie se daba cuenta el cabo lo mantendría atado al barco y, en lugar de morir ahogado, lo haría reventado contra la cubierta al ser golpeado por una de aquellas feroces olas.

Por esa razón caminaban con aires de seguridad y paso firme por la cubierta, sabían que su destino dependía de ellos y perder la seguridad en ellos mismos equivalía a perder la vida.

Las olas barrían la cubierta, pero los hombres intentaban achicar agua en todas partes, en medio de un ruido atronador de estallidos de relámpagos, olas furiosas y lluvia incesante.

Al poco tiempo de comenzar la lucha contra los elementos, las fuerzas de aquellos hombres parecían llegar al límite, pero el temporal no les iba a dejar descansar…dos olas se acercaban al barco, la primera de 7 metros y la segunda, monstruosa, de más de 10 metros de altura. El capitán dio la orden desesperada de ponerse a cubierto, sabía que el casco del barco aguantaría y, en el peor de los casos saldría a flote, pero estaba seguro de que los palos no podrían soportarlo, y los hombres menos si no se protegían.

Gastando las últimas fuerzas los marinos entraron en la contracubierta y se ataron a las paredes, el capitán y Goliat se metieron en el camarote segundos antes de que la primera ola zarandease el barco y arrancase de cuajo el palo trinquete que cayó al mar siendo tragado inmediatamente por las aguas enfurecidas.

  • ¿Guillo? – preguntó Andrea asustada al verle entrar.

Pero no pudo continuar la frase porque en ese momento el barco se movió bruscamente a causa de la primera ola. Andrea, con Tommy en brazos, salió despedida golpeándose contra una de las paredes y Goliat y Guillo caían a pocos centímetros de ellos cuando la puerta se abrió al no soportar la fuerza del embate y el agua los arrastró al fondo del camarote.

Luchando contra el agua que entraba en el habitáculo, Guillermo se puso en pie y abrazó a Andrea que, aterrada, no sabía qué hacer…sólo sabía que no debía soltar a Tommy…los tres cayeron contra la pared gracias al esfuerzo del capitán, situándose al lado de Goliat que, como podía, aseguraba dos cuerdas a unos ganchos de la pared.

El agua salió del camarote cuando el barco recuperó la posición normal, pero Guillo sabía que el peligro no había pasado, lo peor estaba por venir, faltaba la segunda ola.

Andrea intentó moverse, pero él la aprisionó contra la pared después de que Goliat cogiese a Tommy en brazos. Los dos hombres hicieron la misma maniobra, colocaron al niño y a la mujer de espaldas a la pared y le ataron una soga a la cintura que los sujetaría al barco, acto seguido se colocaron sobre ellos, protegiéndolos con su propio cuerpo y, atándose con la misma soga, que aseguraron a la pared con un fuerte nudo marinero, se prepararon para lo que venía. El estruendo del mar seguía siendo ensordecedor y aumentó conforme se acercaba la ola, tanto que las dos parejas apenas podían escucharse claramente, a pesar de estar pegados. El barco se tumbó hacia un lado, el contrario al que se habían atado ellos, para evitar morir ahogados cuando entrase el agua, pero esta vez no recuperó la posición, la ola los estaba envolviendo.

– Guillo, ¿qué está pasando? – preguntó Andrea asustada al ver que el barco no se equilibraba de nuevo.

– Escucha, hay mar montañosa, – le dijo gritándole al oído para hacerse oír – cuando veas entrar el agua coge aire.

– ¿Qué? ¿Por qué?

– Hazlo. Te explicaré todo cuando esto se calme, pero hazlo. – ella le miró aterrorizada, intuía lo que significaba aquello – ¡No temas! ¡No dejaré que te pase nada! – y la apretó más contra sí para reforzar su afirmación en el momento justo en que la puerta reventaba y el agua invadía el camarote cubriéndolo todo.

Andrea cogió todo el aire que pudo y el agua la cubrió por completo, sólo podía rezar porque el barco saliese a la superficie pronto mientras sentía como el aire se le escapaba poco a poco. El barco volvió bruscamente a su posición normal, pero a ella ya no le quedaba aire, Guillermo, al notarlo, pegó su boca a la de ella y le pasó todo el aire que le quedaba. Andrea no quería que hiciese eso, pero el instinto de supervivencia fue más fuerte que todo lo demás y absorbió el aire.

 

La lluvia había amainado y que las olas se calmasen sólo era cuestión de tiempo, el capitán lo sabía, ya casi estaban salvados, habían conseguido superar lo peor. Pero entonces ocurrió algo que Guillo no se esperaba: en el camarote entró una cadena resbalando por el suelo a toda velocidad.

– ¡Capitán! ¡El timón! – gritó Goliat.

Guillo lo sabía y, sin dudarlo se desató de Andrea. Sabía que se la jugaba saliendo al exterior, pero también sabía que si no iba a asegurar las cadenas, el timón reventaría, y un barco a la deriva en una tormenta como aquella significaba un naufragio seguro. No podía incumplir su obligación como capitán. Mientras Goliat ataba la cuerda de Andrea a su cuerpo, él salió decidido. Lo último que escuchó antes de sumergirse en aquel entorno infernal fueron las voces de Andrea y Goliat:

– ¡Guillo no! – gritaron al unísono, pero era inútil, el capitán estaba resuelto a cumplir con sus obligaciones.

Haciendo el mayor esfuerzo de su vida llegó al timón después de pelear contra el viento y el mar, que se habían aliado en su contra. Se ató al timón e intentó controlarlo, pero al notar que sus fuerzas llegaban al límite decidió asegurar las cadenas que quedaban.

Todavía llevaba tres cadenas, la primera estaba segura, pero la segunda…tenía una ese abierta, y, después de que una ola le diese de lleno, consiguió cerrarla golpeándola con un trozo de metal del barco. La tercera estaba en peor estado y le llevó más tiempo, pero cuando casi había acabado, cercano ya al desfallecimiento y al estado de hipotermia, un trozo del palo de mesana cayó sobre su cabeza ayudado por una ola y le dejó inconsciente.

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2 respuestas a “Forbantes. La Novela Completa

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  1. Preciosa novela romántica de quinceañera fantasiosa… (palabras de la autora)
    He disfrutado y me he asombrado con todos los detalles (no solo los técnicos).

    Conozco a la autora y quiero felicitarla, soy amante del género ¨policiaco¨ y hacía muchos años que no leía aventura, he vuelto a los tiempos de Verne, Conrad, Kipling, …
    Romántica, amena, final a la altura de las circunstancias y una puerta abierta ¿será cierto que esta basada en el diario de su abuela Andrea?

    Gracias Condesa ha sido un placer leer su novela.

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    1. Paquita, primero que todo decir que conocerte ha sido y es un auténtico placer.
      Segundo, que tus palabras siempre son música para mis oídos, pero en este caso me has sacado los colores jeje.

      Me alegro muchísimo de haber podido recordarte aquellos tiempos de aventuras y autores increíbles y mágicos, de que la novela haya sido de tu gusto y de que no pertenezcas a la legión de seguidores que quieren asesinarme por escribir ese final jajaja.

      Por todo, gracias, gracias, gracias. Es un placer escribir para personas bellas como tú.

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