Forbantes. La Novela Completa

5 de Septiembre de 1723

Guillo consiguió lo que quería. Cuando comenzó a avistarse la costa de Isla Mauricio ordenó comprobar la profundidad del agua.

Un marino llegó a la cubierta vestido con un extraño delantal que ató a los aparejos del barco para no caer al agua y cogió un raro instrumento. El capitán le explicó a Andrea que aquel hombre era un sondeador, el instrumento que tiró al agua se llamaba escandallo y estaba formado por un cilindro de plomo atado a una sondalera, que era como se llamaba al cable de unas 25 brazas (42 metros) que tenía diversos nudos y trozos de tela de distintos colores atados para marcar la profundidad. El cilindro estaba hueco en la parte inferior y el agujero estaba rellenado por un trozo de sebo; Andrea entendió su función una vez que el hombre recogió el escandallo.

– Capitán – informó el hombre recogiendo la muestra de tierra que había quedado pegada al sebo – es buen sitio. Profundidad alta y suelo duro.

– ¡Echad el ancla! – ordenó y añadió dirigiéndose tanto a Andrea como a Tommy – Saber de qué está hecho el suelo es muy importante, si el ancla garrea porque el suelo es arenoso y no agarra bien, el barco puede quedar a la deriva y naufragar o encallar.

 

Le llevaban al otro barco casi dos horas de ventaja, lo que aseguró a Guillo que al mando de la corbeta iba un novato…o un incompetente. Por esa razón tuvieron tiempo de sobra para comer y preparar el señuelo.

Los dos barcos se situaron a bastante distancia uno del otro. El barco francés izó una bandera con la imagen de una bolsa de oro, señal de que quería negociar. Todos los hombres de Guillermo estaban en la cubierta, tranquilos, seguros de la victoria.

– Así que quieren negociar…pregúntales que quieren. – ordenó Guillo pensativo.

– ¿Cómo lo harás? – preguntó Andrea impresionada.

– ¿Ves todas esas velas que están unidas al palo mayor? Normalmente cada una significa una letra, pero además hay otras con significado propio, por ejemplo la bolsa de dinero. Venga, “Taco”, demuéstrale a nuestra “Bella despiadada” que lo que estudias te sirve para algo.

– Dicen…libertad…y… ¿perdón? A cambio de…capitán…y ¿qué es eso? ¡Ah, sí! Prisionero, la chica.

– Eso – explicó el capitán a Andrea – significa que, aunque nos buscan a todos, se saben en inferioridad de condiciones. Pretenden que mis hombres se amotinen contra mí a cambio de un falso perdón.

– ¿Le contesto lo de siempre, capitán? – preguntó “El Trapos” sonriendo, las respuestas de Guillo eran famosas y Basilio estaba orgulloso de ello.

– No, que sino se nos puede escandalizar Andrea, dale más suave y sube la bandera pirata al acabar.

– Q, U, E, T, E, D, E, N. – descifró Tommy haciendo que Andrea se sonrojase al comprender el significado y entender que las respuestas de Guillo solían ser peores. La tripulación celebró el mensaje con aplausos y vítores.

– ¿Lo entenderán? – preguntó Andrea.

Un cañonazo retumbó en el silencio del mar cayendo a varios metros del barco, era un aviso.

– Eso significa que sí. – sonrió a Andrea – Ahora veamos lo listo que es nuestro capitán francés.

Basilio siguió enviando mensajes de negociación para mantener a los enemigos entretenidos mientras la barca, que habían soltado desde detrás de unas rocas, continuaba su camino guiada por el aire hacia el barco, llena de “hombres” dispuestos a atacar.

Pero el capitán francés creyó captar la maniobra y, orgulloso de su astucia, ordenó volar la nave, lo que fue su perdición. En pocos minutos las llamas, alimentadas por la madera y el alquitrán habían devorado completamente el barco y “El Temido” reanudó su travesía.

 

El viaje continuó hacia Isla Mauricio sin incidentes hasta la hora de la comida.

A pesar de lo tranquilo de la travesía, Andrea notaba que los marinos ponían sus cinco sentidos en la labor que realizaban y todo su cuerpo se encontraba en alerta a la espera de un contratiempo. Goliat manejaba el timón y, a juzgar por su expresión, no sin esfuerzo. Andrea, intrigada, se dirigió al puente de mando.

– ¿Qué ocurre Goliat, que estáis todos tan tensos?

– Ocurrir no ocurre nada, ¡espero! – le explicó el hombretón sonriendo – Pero hay mar de fondo y hay que estar atento.

– ¿Qué quiere decir mar de fondo?

– Pues…quiere decir que, aunque hace buen tiempo y no hay rachas de viento fuertes, el agua se agita porque hay fuertes corrientes profundas.

– Pero si las corrientes son profundas, ¿qué peligro hay?

– Muchos, el más importante son las olas. Imagina que una de esas corrientes profundas aflora a la superficie en algún punto o provoca un cambio en el oleaje superficial. Si una de esas olas descontroladas golpea la parte inferior del timón con demasiada fuerza y el timonel no está en guardia, el barco daría un bandazo y cualquier marino despistado podría caer al mar…

 – Y la famosa corriente lo arrastraría al fondo. – concluyó Andrea.

– Exacto, así que deberías agarrarte bien, pequeñita. – le dijo bromista.

– No hace falta, sé que tú estarás pendiente y eres muy fuerte. – le contestó confiada.

– No soy más fuerte que la mar, ni siquiera más que el capitán. – rió él.

– ¿Cómo? Claro que eres más fuerte que el capitán, Goliat, eres más alto y…

– No te fíes de las apariencias. – rió al verla tan sorprendida – Guillo es más fuerte de lo que parece.

– ¿Cómo lo sabes?

– Hace poco echamos un pulso y me ganó con ventaja, además, él es quien guía el barco en las peores condiciones atmosféricas. Y ya sabes que para manejar el timón hay que tener fuerza. – le recordó guiñándole un ojo.

– Lo sé. – rió Andrea.

La campana informó a los marinos del cambio de turno. Eran las 8 de la mañana, todavía le quedaban dos horas para ir a preparar la comida, por lo que siguió extasiada mirando el mar rizado, ajena a todo lo que le rodeaba.

– Debes ir a descansar, muchacho. – ordenó el capitán, y su voz sobresaltó a Andrea, sacándola de su ensimismamiento.

– Gracias capitán. – le contestó Goliat que, agotado por un turno en continua alerta, se apresuró a hacer caso a su compañero.

– ¿Puedo quedarme aquí un poco más? – le preguntó ella tímidamente – Todavía faltan dos horas para hacer el almuerzo y me gusta mirar el mar.

– Ummm – se lo pensó Guillo, sabía que si Andrea estaba allí, una ínfima parte de su atención se concentraría en ella y no en el timón, pero las corrientes no eran demasiado fuertes aún – Sólo si prometes portarte bien.

La travesía siguió durante un rato en calma, pero la voz del vigía puso en guardia al capitán.

– ¡Capitán! ¡Rápido! ¡Escollos a estribor!

Guillermo reaccionó instantáneamente, al igual que sus marinos, y el barco dio un fuerte bandazo que hizo perder el equilibrio a Andrea. Ésta salió despedida hacia delante, pero Guillo, que lo imaginaba, se interpuso en su trayectoria, sin soltar el timón con una mano, y Andrea cayó en sus brazos. Se quedaron unos instantes mirándose muy de cerca, entonces Andrea reaccionó:

– Lo siento. – se disculpó avergonzada – Yo…creo que debo ir a preparar…a la cocina.

– Cierto. – afirmó pensativo. Él también se sentía culpable, era totalmente consciente que la atención que había dedicado a Andrea no era tan ínfima, debería haberse centrado en el timón.

 

Por la tarde el mar comenzó a calmarse y los marinos que tenían el turno libre decidieron divertirse un poco. Andrea observó la actuación desde el puente sorprendida:

Goliat subió a cubierta maniatado y precedido por Leoncio, el carpintero, que vestía una toga negra y usaba un pelucón blanco, al igual que otro marinero fuerte y bonachón que se subió a un estrado improvisado en la cubierta.

– Yo – comenzó a hablar el marino – “juez de los mares que se marea con solo observar el mar” ordeno que se me presente el siguiente caso.

– Señoría, yo represento al acusado. – informó Leoncio mientras Goliat se arrodillaba en el suelo con cara de afligido – Y le obedezco a usted porque su peluca está más cardada que la mía.

El auditorio estalló en una carcajada general aplaudiendo, entonces Andrea comprendió que los marinos estaban representando una obra de teatro satírica para pasar el rato y, acodada en el puente de mando, se concentró en la escena.

– Entonces, explíqueme señor abogado “estúpido del pelucón liso”, ¿qué hace esta escoria negra en mi sala? Y acabe pronto que el té enfría.

– Señoría, este paria está acusado de violación, ladrón de los mares, asesino, traidor…- el auditorio protestó ante la acusación – y no me acuerdo de qué más porque ahora no me salen más barbaridades.

– El castigo a eso es el pasacalle y la horca. Es negro, por tanto culpable. Llévense al condenado que yo tengo que ir a tirarme a la esposa de la acusación. – el auditorio no pudo aguantar el ataque de risa y las carcajadas llenaron la cubierta.

– ¡Protesto! – gritó Leoncio acallando el abucheo general hacia el juez – Mi cliente es inocente, yo creo en su inocencia.

– Lo que usted crea, “estúpido del pelucón liso”, no me interesa. Aquí mando yo, su cliente no tiene dinero, por lo tanto es culpable, así que ¡a la horca con él! – el auditorio protestó enfurecido ante la condena.

– Señoría, tengo una última cosa que decir. “Juez de los mares que se marea con solo observar el mar”, usted manda, pero yo me remango la toga y dejo que los demás le castiguen.

Y entre risotadas, los marineros, se levantaron y mientras unos agarraban al juez, otros le echaban un cubo de agua por encima y el marino que simulaba ser el juez realizó una de las actuaciones más brillantes de su vida fingiendo asfixiarse. Al poco rato todos reían comentando que el juez había muerto ahogado.

Andrea negó con la cabeza mientras sonreía, aquellos hombres estaban todos locos…se giró y entonces se dio cuenta de que Guillo la estaba observando recostado en la puerta de su camarote.

– ¿Disgustada por la interpretación? – preguntó, aunque estaba seguro de que ella estaría tan escandalizada como cualquier otra señorita de la Corte si lo hubiese presenciado.

– No, – le contestó ella contenta – pero me gustaría ver eso en un juzgado real.

Y muy risueña se dirigió a la cocina dejando a Guillo pasmado y convencido de que aquella mujer se había vuelto completamente loca.

 

Poco después “El Temido” atracó en Isla Mauricio, un lugar al que la civilización todavía no había llegado. Sus frondosos árboles y el curioso contraste de matices verdes y marrones entre los que se escondían animales salvajes maravillaron a Andrea que estaba en la cubierta absorta, contemplando ávidamente todos y cada uno de los detalles de aquel sorprendente paraíso selvático.

Los hombres se repartieron en tres grupos y, mientras unos pocos se quedaban descansando en el barco a las órdenes de Leoncio, otros se preparaban para, siguiendo a Goliat, bajar a tierra a recolectar frutos, y, los más afortunados y arrojados, se armaban para, bajo el mando de Guillermo, ir de cacería.

Éste último se acercó a Andrea que, con ojos soñadores, contemplaba el equipamiento de los dos grupos de hombres que se disponían a “colonizar” aquellas tierras vírgenes para conseguir alimento. Ella sabía que no podría unirse al grupo de de caza, además, estaba segura de que, de haber sido un hombre, no habría tenido valor para hacerlo, pero le habría gustado conocer aquel vergel.

– Andrea, intuyo en tu mirada cierto deseo de aventura, ¿me equivoco? – interrogó Guillo.

– Un poco, pero sé que no es posible, me conformo con verlo…

– ¿Sólo un poco? – le preguntó malicioso.

– Sí, me atrae, pero al mismo tiempo me intimida, no me gustaría estar en la piel de los hombres que te acompañarán a cazar…tened cuidado por favor.

– Lo tendremos, no te preocupes. Entonces, ¿me estás diciendo que no quieres bajar?

– ¿Bajar? – repitió sorprendida.

– Sí, con Goliat y sus hombres a recolectar…yo creí que querrías ver la isla, – le dijo burlón para picarla – pero si no quieres ir le avisaré a Goliat de que…

– ¡No, por favor! ¡Espera! ¿De verdad, me dejarás bajar?

– Bueno, te dejaré, pero antes tendrás que prometerme que no te apartarás ni un momento de Goliat, él podrá protegerte si sucede algo y te explicará qué frutas son comestibles y cuáles no.

– ¡Te lo prometo! – exclamó ilusionada abrazándose a él – ¡Gracias Guillo! – y corrió a preparar la comida que llevarían los hombres al día siguiente.

El capitán la observó complacido sin darse apenas cuenta de que Gorka se situaba a su lado.

– ¿Contemplando el bello paisaje? – preguntó el contramaestre con ironía.

– Sí. – siguió Guillo la burla – Tenemos un bonito cielo azul.

– Cierto, tiene unos bonitos ojos de color azul cielo. – contestó Gorka riendo.

– ¡Eres imposible! – exclamó el capitán sin poder contener la risa ante el giro de la conversación – Sólo la observo porque puede ser la última mujer que vea si alguno de los animalitos de ahí abajo se encapricha conmigo. Y tú deberías hacer lo mismo.

– ¡Por supuesto! Ya sabía yo que era por eso. – se burló Gorka.

– ¿Acaso lo dudabas? – preguntó Guillo amenazador.

– No, claro que no. – le contestó muy serio luchando por contener la risa y se fue a continuar con las labores habituales mientras Guillo se marchaba riéndose.

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2 respuestas a “Forbantes. La Novela Completa

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  1. Preciosa novela romántica de quinceañera fantasiosa… (palabras de la autora)
    He disfrutado y me he asombrado con todos los detalles (no solo los técnicos).

    Conozco a la autora y quiero felicitarla, soy amante del género ¨policiaco¨ y hacía muchos años que no leía aventura, he vuelto a los tiempos de Verne, Conrad, Kipling, …
    Romántica, amena, final a la altura de las circunstancias y una puerta abierta ¿será cierto que esta basada en el diario de su abuela Andrea?

    Gracias Condesa ha sido un placer leer su novela.

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    1. Paquita, primero que todo decir que conocerte ha sido y es un auténtico placer.
      Segundo, que tus palabras siempre son música para mis oídos, pero en este caso me has sacado los colores jeje.

      Me alegro muchísimo de haber podido recordarte aquellos tiempos de aventuras y autores increíbles y mágicos, de que la novela haya sido de tu gusto y de que no pertenezcas a la legión de seguidores que quieren asesinarme por escribir ese final jajaja.

      Por todo, gracias, gracias, gracias. Es un placer escribir para personas bellas como tú.

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